Mientras tu hijo adolescente forcejea con la puerta del quiosco de la ONCE después de volver a confundirlo
con el excusado público la ciudad de Lisboa duerme. Recogerse pronto para madrugar
en la capital europea con más pastelerías por habitante tiene premio, no se te
pegarán las sábanas cuando descubras que en cualquier rincón de la ciudad te
espera el afamado café portugués con bollería recién hecha.
La pastelería lisboeta clásica es de regencia familiar, dispone
de una decoración sin alegrías, cuenta con una amplia vitrina frigorífica y en
ella no pueden faltar sus características mesas corridas, pero lo que la hace
irresistible es que su bollería no sabe a masa precongelada como en las
cafeterías de la mayoría de nuestras ciudades. Si pagas más de 1.50 euros por tu
desayuno es que no es una de ellas.
Entre las muchas que podría incluir en esta entrada recomiendo
Pastelaria Camoes. Su especialidad es la deliciosa “broa de mel”: la exponen con tanto orgullo en el escaparate que no creerás la leyenda que sitúa su origen en la necesidad de aprovechar
los restos de los bollos que no se vendían. No debes irte de la ciudad sin probarla acompañada de un café.
Broa de mel de Pastelaria Camoes
Pastelaria Camoes
Rua do Loreto, 65
1200 Lisboa
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