jueves, 30 de diciembre de 2021

Ruta de turronerías por Valencia

En esta ruta recorremos tres despachos de turrón del centro de Valencia.  

Ficha técnica:  

 

·         Tipo de ruta: lineal 

·         Desnivel: bajo

·         Dificultad: baja

·         Distancia: 450 metros 

·         Consumo de calorías: muy bajo o muy alto según se mire. 

 

Galiana 

 

Iniciamos la ruta por la calle más larga de Valencia:  San Vicente Mártir. Es tan antigua como la ciudad y sus aceras están jalonadas por placas que recorren su historia como las que hacen referencia al Camino de San Vicente, el de Santiago o la Vía Augusta. En su número 45 damos comienzo nuestro particular Camino del Turrón. No se me despisten porque este trayecto incomprensiblemente no está señalizado con placas informativas con forma de tortas imperiales.


La centenaria Galiana, que llegó a tener factorías en ultramar, fabrica sus productos en la cuna del turrón de Jijona y despacha los turrones en su coqueta tienda de la capital del Turia de octubre a enero. Cuando visito Valencia si no cuelga de mi hombro una de sus características bolsas es como que me falta algo. Turrones, figuritas de mazapán, nueces y yemas fondant, polvorones, almendras rellenas, frutas confitadas y cascas de yema y gloria son algunas de sus referencias.


Mi compra en Galiana
  
Interior de Galiana
  

Turrones Galiana

Calle de San Vicente Mártir, 45

46002 Valencia


Navarro 

 

Tras nuestras compras en Galiana tomamos la calle María Cristina en dirección al Mercado Central. En los puestos del 138 al 140 tiene despacho la fábrica de turrones y peladillas Navarro. Estos maestros artesanos desde 1940 ofrecen, entre otros productos de elaboración propia, chocolates, mazapanes, turrones y, por supuesto, peladillas, que pueden ser clásicas, garrapiñadas, roñosas, chocolate negro y tres chocolates.  

 

En esta tienda podremos saltar de los productos elaborados en Jijona por los elaborados en Casinos, conocida como “la villa más dulce” y que cuenta con una Feria del Dulce Artesano. Localidad famosa por el turrón y las peladillas; un dulce, hoy injustamente denostado, y antaño rey en bodas, bautizos y comuniones. No permitamos que los jóvenes las confundan con M&M's y si en el aprendizaje, pierden un piño, siempre será más nutritivo que hacerlo por imitar el Juego del Calamar.  


Peladillas de Casinos

Turrones de Navarro
  
Mercado Central, 138 a 140
Plaza Ciudad de Brujas, s/n
46001 Valencia

Disponen de otra tienda en la próxima Plaza Redonda.

Ramos 

 

Tras nuestra visita a Casinos volvemos a Jijona recorriendo sólo doscientos metros. En la calle Sombrerería nos espera Turrones Ramos. La historia de este local es la común en este sector y no por ello deja de emocionarnos. Un agricultor comienza a elaborar turrones, se instala en un portal de una gran ciudad, con los años la familia se hace un nombre y finalmente deciden establecerse en un local propio.


Hoy bajo la marca “Turrones Juan Luis Cortés Ramos” se elaboran turrones con el mismo cariño que lo hacía Juan Ramos Mira en 1890. Su escaparate de la calle Sombrerería llama la atención incluso a los que no les gusta el dulce. Además de turrones puedes encontrar marrón glacé, empanadillas de batata, macadamias o pasteles de yema para añadir a tu cesta de esta ruta del turrón.


Fachada de Turrones Ramos
  
Producto de la turronería
 

Turrones Ramos

Calle de la Sombrerería, 11

46001 Valencia



Si haces esta ruta no olvides enviarnos tus comentarios, impresiones y una foto del antes y el después de los agujeros del cinturón.

lunes, 13 de diciembre de 2021

Restaurante Amigo Camilo (Las Palmas de Gran Canaria)

“Llamadme Ismael”. ¿Reconocen esta frase? Es el “En un lugar de la Mancha” de la literatura norteamericana y punto de partida de “Moby Dick”. Si su protagonista se sube a un barco porque nada le interesa de la tierra en mi caso aterrizo en Las Palmas de Gran Canaria atraído entre otras cosas por los emplazamientos donde filmó John Huston su no menos formidable adaptación cinematográfica. Uno de esos parajes es la Bahía de El Confital. Desde su solitaria playa mi imaginación recrea la escena de la salida de las barcas balleneras capitaneadas por Ahab para enfrentarse al formidable cetáceo. El fuerte oleaje hace que la experiencia sea aún más mágica. La imagen sólo se empaña si levanto la vista hacia Las Canteras donde gobierna un desordenado panorama urbano. En ese horizonte humano llama mi atención una pequeña estructura en La Puntilla que no distingo si pretende adentrarse en el mar o escapar de su furia. Como amenaza tormenta me dirijo a la ciudad buscando refugio con la idea también de resolver el misterio.

A medio camino comienza a diluviar. De la enigmática estructura emerge una borrosa figura humana en aparente lucha contra los elementos. A esa distancia podría confundirse con el mismísimo capitán cojo tendiendo las velas del Pequod. Al acercarme descubro que no es un ballenero sino un pequeño local habitado por un restaurante al filo del mar. El capitán es en realidad una camarera desplegando enormes toldos en arriesgado equilibrio para proteger a los clientes de la terraza del aguacero. El sitio es sobrio, el mobiliario de plástico, manteles de papel y la única concesión decorativa algunos elementos marineros. El instinto dice que acabo de hacer un descubrimiento. Cojo un “ticket” en la puerta, espero mi turno y al quedar una mesa libre la camarera me conduce al mostrador. El Restaurante Amigo Camilo es en realidad una pescadería con longorones, sardinas, rejos y todo lo que puedas desear salido del mar hace apenas unas horas. Elijo una “vieja”, papas arrugadas y leche asada. Todo delicioso y a precios populares. Por si fuera poco el trato tan familiar que parece que no hubiera salido de casa. Tanto me gustó la experiencia que repetí todos los días.

Habiendo sitios así en tierra firme no seré yo quien se embarque para perseguir un pescado de 60 toneladas.

Mostrador
 
Una "vieja"
 
Exterior

Restaurante Amigo Camilo
Calle Caleta, 1
35009 Las Palmas de Gran Canaria

jueves, 9 de diciembre de 2021

Bar Torreón (Teruel)

Hoy toca viaje exprés a Teruel con una mochila a la espalda en homenaje al recordado José Antonio Labordeta, ciudad en la que fue varios años profesor de instituto y donde dejó buenos recuerdos y grandes amigos. Por eso no les extrañe que en 2003 en el Congreso de los Diputados mandara a la mierda a la bancada que le interrumpió al grito de “vete con la mochila a Teruel”, memorable momento parlamentario que por desgracia llegó tarde para una crónica del gran Luis Carandell pero que inauguró el video político viral en España.

Mi objetivo en Teruel, además de visitar lo más destacado de su ciudad, era probar unas pimajopere. Bajo este extraño nombre se oculta un plato a base de patatas con ajo, pimentón, perejil y aceite típicas del lugar. El número 146 del periódico Andalán, vinculado a Labordeta, definió este plato local como “patatas bravas pero no muy picantes y de excelente sabor” y recomendaba las de un bar de la plaza de la catedral. Cuarenta años después este plato como Teruel, existe, pero a duras penas. Hoy las pimajopere están junto al cóctel de gambas, los dátiles con bacón o la tarta al whisky en el grupo de esos platos viejunos que solo se encuentran en los menús de las boda de la generación de nuestros padres.

Pruebo este plato en el Bar Torreón, local abierto en 1993 ubicado, literalmente, en un torreón, el de San Esteban. Las patatas pimajopere que me sirven son tan espectaculares que hacen palidecer a las mejores bravas. Como la primera experiencia es tan buena las acompaño con un bocadillo de ternasco, que es carne de cordero joven, y que completa un desayuno de aúpa. Si digo que mi almuerzo fue en ese mismo bar creo que no es necesario añadir nada más. Para que investigar más si uno encuentra la perfección a la primera. El resto del día lo empleé en comprar guirlache, jamón y quesos de Teruel.

Quién me iba a decir que regresaría esa noche de la España vacía con la mochila tan llena como mi estómago y tan ajustada como mis arterias. Pero mereció la pena ¡vaya si la mereció!

Patatas pimajopere
   
Bocadillo de ternasco
  
Torreón de San Esteban
 
Ronda Ambeles, 28
44001 Teruel

martes, 30 de noviembre de 2021

Límite 24 horas en Budapest

En Capitán Triglicérido, conscientes de nuestro deber como servicio público redactamos este artículo con el deseo de ofrecer una jornada gastronómica en Budapest consciente de la dificultad de la búsqueda por internet de lugares donde comer en esta ciudad. La mayoría de recomendaciones de los blogs conducen sospechosamente al mismo grupo de restaurantes. Puede tratarse de una coincidencia, un abuso del “corta y pega” o de espacios patrocinados, pero en cualquier caso la mayoría de estos locales no son, a mi entender, representativos de la ciudad. Algo así como el que viaja a Milán para ver moda y acaba comprando en un Zara. Así que si lo que quieres es viajar por un país diferente para acabar comiendo en la misma cadena de restaurantes que puedes encontrar en tu barrio, no sigas leyendo. Esta selección será de tu interés siempre que entiendas un viaje como una grata oportunidad para descubrir y aprender.

Desayuno en Csirke Csibész

Pocos saben que Bambi está vinculado a la ciudad de Budapest. Al menos es la cuna de su creador el escritor Felix Salten. Dicen que la adaptación para el cine que todos conocemos de Walt Disney tiene algunas diferencias con respecto al original pero me niego a descubrirlas leyendo el libro para evitar reeditar traumas no del todo superados de la infancia. Además conociendo a los húngaros no descarto que en el relato de Salten la madre de Bambi después de abatida fuera además rebozada. Y es que no os podéis hacer una idea como gustan en Hungría todos los rebozados. Tal es su afición que si le lanzas a un húngaro un “frisbee” a buen seguro que regresará empanado.

En Csirke Csibész encontrarás rebozados pero, eso sí, ninguno de ciervo. Esta económica bocadillería frecuentada por trabajadores fue abierta el verano de 1992. Este espacio sin rastro de turistas es popular entre los vecinos por el pollo que por supuesto puedes pedir empanado. No se escapa del rebozado el champiñón, el queso o la coliflor. A pesar de semejante abuso de freidora la comida de este local no es nada pesada ni grasienta. Para el bocata puedes elegir entre pan normal o de semillas. Mi opción favorita el de pan normal de pollo con hígado. Tras despachar tu generoso desayuno podrás trotar por Budapest cual cervatillo perseguido por un cazador.

Interior de la bocadillería
 
Primer rebozado del día

Agymező u. 35
1065 Budapest

Almuerzo en Frici Papa

El barrio judío de Budapest está de moda. Esto podría ser una buena noticia de no ser porque sigue el proceso gentrificador que desalma a tantos barrios de nuestros centros. Vecinos y comercios de toda la vida expulsados por apartamentos y locales destinados al turismo indiferente a lo genuino. Entre innumerables carteles de “brunch”, “grab and go” y “afterwork” destacan aquellos que se identifican como “ruin bars” y que son edificios de viviendas transformadas en clubs. Cuando buscas información sobre éstos locales en internet se presentan como espacios alternativos pero en realidad tienen la misma función que los pubs para guiris de nuestra costa. No seré yo quien recomiende estos locales pero que sepas que, existir, existen.

Mi sugerencia por lo genuino en este barrio es un resistente a la gentrificación. El Frici Papa abrió la primavera de 1997 y no voy a engañarte, en su interior también encontrarás turistas, pero de intereses muy diferentes a los del párrafo anterior; esos a los que no les importa mezclarse con autóctonos y se prestan a entrar en un local que parece sacado del “Cuéntame” húngaro donde no puede faltar entre otros detalles “viejunos” el indispensable mantel de hule. Su carta traducida al español contiene un buen elenco de los platos tradicionales del país. Raciones abundantes, buen servicio y precios ajustados completan las bondades del local. Dentro del centro ya no resulta fácil encontrar lugares como éste tan orgullosamente tradicional, popular y húngaro.

Detalle interior
  
Segundo rebozado del día
 

Király u. 55
1077 Budapest

Tóth Kocsma

Como ocurre en otros destinos europeos la mayoría de los restaurantes de Budapest no abren por la noche. Qué español no se ha visto en alguna ocasión fuera de su tierra cenando en un italiano ante la perspectiva de tener casi todo cerrado, estar notablemente cansado y no menos hambriento. Si a esta hora todavía aspiras a sentirte como un húngaro más mi recomendación es visitar alguna de las cervecerías típicas de la ciudad con carta de comidas.

Tóth Kocsma es una cervecería tradicional fundada en 1987 en un barrio “bien” que a pesar de su proximidad al Parlamento se encuentra fuera del círculo turístico. En su interior mucha gente que celebra el fin de la jornada laboral con una cerveza. Los propietarios sabedores de las penalidades laborales de nuestros días ofrecen el preciado líquido en jarras de hasta un litro aunque si te van las emociones fuertes también disponen de una amplia carta de licores.

En este lugar recomiendo sus estupendas tostas. Las de hígado de pollo (csirkemájas zsíroskenyér), con crema de queso (jocó féle sajtkrémes kenyér) y de queso con pimentón (kórözöttes kenyér) son estupendas. Su tamaño es realmente enorme por lo que sé prudente y pide primero una, o dos si lo que quieres es rebajar el contenido en alcohol de las jarras de cerveza.

Fachada de la cervecería
  
Tostas, toscas y tostas...

Falk Miksa u. 17
1055 Budapest

Si sigues nuestras recomendaciones comparte con nosotros tu experiencia y no olvides hacerte una prueba de colesterol a tu regreso. Seguro que habrá sido un buen viaje pero cuando vuelvas además de tu cama, te darás cuenta de lo mucho que echas de menos el aceite de oliva.

viernes, 20 de agosto de 2021

Pastelería Galicia (Tordesillas)

Déjame entrar (VIII)

Descubrí los polvorones de Tordesillas un afortunado día en el que hice parada en la villa, traspasé el umbral de la centenaria Pastelería Galicia y pregunté a una empleada cuál era su especialidad. La contestación me dejó bastante desubicado porque por entonces todavía pensaba que ese producto sólo se daba del Tajo para abajo. Por aquellas llanuras podía esperar abisinios, ciegas o rosquillas de palo; incluso por el nombre de la pastelería, tartas de Santiago, bicas o melindres, nunca polvorones; pero ya que estaba allí pedí una caja. Regresé a Madrid con escasas expectativas sobre el producto y el miedito en el cuerpo de haber sido el primo de la capital al que acababan de endosar los restos a punto de caducar de la campaña de Navidad.

Pero no fue así porque desde ese día los delicados polvorones del Toro forman parte de mi dieta navideña (si es que esos dos conceptos pueden ir en una misma frase). Durante estos años he tropezado con ellos fortuitamente en algunos supermercados y mantequerías de Madrid, pero mi lugar predilecto para comprarlos es Valladolid donde los  encuentro a granel por sólo seis euros kilo. Como esta Navidad no pisaré Pucela mi primera opción era un mítico comercio cerca de Sol a 24 euros kilo, un precio razonable para un guiri tras beberse cinco cervezas en la Plaza Mayor pero del todo inaceptable para un parroquiano en plena época de crisis. Como las cosas aún no están para pasearse en un abarrotado centro urbano con menos gente con mascarilla que diputados en una sesión ordinaria del congreso decidí que este año le haría un pedido directamente a la Pastelería Galicia.

Aproveché el pedido para descubrir otros productos de su obrador que sólo se venden en la tienda de Tordesillas. Así que a los polvorones tradicionales del Toro le acompañaron esta vez unos polvorones de almendra (con un “cruje” de almendra muy agradable al paladar), canelos (bizcochos emborrados con un punto de canela), amarguillos (como los de Sahagún pero sin la almendra encima), mojicones (mi adictivo desayuno durante unos días), toritos de chocolate (los Morenitos del súper pero infinitamente mejores), palmeras de chocolate (una petición reconozco que extraña pero afortunada) y turrón praliné de chocolate (devorado con gula en tres bocados como si fuera un Huesitos).

Como mi único exceso en Navidades es el dulce me recreo en él como si no hubiera un mañana o como si se aproximara otro confinamiento. Y si eso ya para Reyes pido cita con el endocrino.

Polvorones

Toritos de chocolate

Mi surtido

Pedidos Pastelería Galicia
Calle Santa María, 2
47100 Tordesillas

jueves, 22 de julio de 2021

Freiduría de Gallinejas Embajadores

Madrid, Madrid, MadRIP... (IX)

La Freiduría de Gallinejas de Embajadores era un parte de la ciudad y de mí. Todo aquel a quien consideraba mi amigo pasaba por el rito de iniciación de pasar por este local, tanto si era madrileño como forastero. Bien es verdad que alguno tuvo que hacerlo a empujones porque de entrada no le agradaba el potente olor a víscera frita. Una vez superada la puerta de doble hoja el primer reto era enseñar el mostrador con una variedad inimaginable de partes de tripas que en algunos casos amenazaban los propios estómagos de mis amigos, momento que yo disfrutaba con deleitado sadismo. El siguiente paso era entrar al salón, sentarnos en una de sus mesas de mármol con jaspeado gris repletas de una variopinta clientela intergeneracional y consultar la carta, advirtiendo a mis amistades que la ensalada era un acompañamiento y no una opción. Para ampliar las posibilidades de éxito sugería pedir al menos dos platos con formas, texturas e intensidades diferentes. El tiempo de espera lo empleaba en buscar pistas en el rostro de mi compañía que desvelasen si vivía el momento como otra de mis extravagancias o por el contrario como una gran aventura. Durante la degustación era el turno de las conclusiones: "si pierdes el olfato está hasta bueno", "me recuerda a las cortezas de cerdo" o "no lo me imaginaba tan sabroso" fueron algunas de las reacciones, perdonables al tratarse de neófitos de la gastronomía madrileña, y en algunas ocasiones acompañada de un "¿cuándo volvemos?" que me llenaba de satisfacción.

 

Había perdido la pista del negocio durante la pandemia, como al resto de restaurantes y casi a mis amigos. Fue una noticia de un foro de Lavapiés el que me informó de su cierre. Al día siguiente me acerqué para hacer una foto de su castiza fachada forrada de madera. Por suerte dentro estaba su dueño, Gabino Domingo, que me invitó a despedirme del interior y hacer mis últimas fotos al establecimiento. En estos tiempos de tanto emprendedores que invierten miles de euros en abrir una franquicia de hostelería en la que no les está permitido alterar ni la cantidad de azúcar del café fue un honor conversar con un empresario de verdad que creó un negocio a su imagen y semejanza. Un local personal, especial y único que, como rezaba un cartel del exterior, no tenía sucursales. La obsesión de un hombre que dignificó las gallinejas y los entresijos no solo ofreciendo el mejor producto y la mejor ejecución sino escribiendo un libro sobre el tema junto al periodista David Sanz o consiguiendo que la RAE cambiara la definición de gallineja vinculándola correctamente a las tripas del cordero y a la ciudad de Madrid. Un ejemplo de madrileñismo de corazón del que podrían aprender todos los que tienen a esta ciudad solo en la boca. Otra nueva muesca en la culata de las pérdidas de la identidad cultural de nuestra ciudad.


Fachada de la freiduría
 

Los libros de Gabino

   

Tarjeta
  
Freiduría de Gallinejas Embajadores
Calle Embajadores, 84
Barrio Acacias (Madrid)
28012 Madrid

martes, 25 de mayo de 2021

Món Orxata Times (Madrid)

ESPECIAL HORCHATA: Me chifla la chufa (LVII)

Cualquiera que me conozca sabe que mi mayor deseo en cuanto estuviera vacunado, era plantarme en Valencia a beber horchata valenciana hasta que el cuerpo aguantara olvidando a cada trago este aciago año de limitaciones y abstinencias. Cuál fue, entonces, mi sorpresa cuando oteé en el horizonte un quiosco de prensa anunciando horchata valenciana en la transitada calle Narváez. Una vez descartado que se trataba de un espejismo producido por la alta concentración de monóxido de carbono en mi mascarilla decidí sumarme al nutrido grupo de curiosos que rodeaba el puesto en cuestión. Cuando estuve lo suficientemente cerca vi que eran los amigos de Món Orxata.

Sobre esta empresa, sus tiendas y carritos en Valencia escribí en su momento un amplio artículo que se convirtió en el más visitado de mi ya clásica y afamada* sección “Me Chifla la chufa”. Para el que no lo haya leído Món Orxata destaca por su respeto a la tradición (elaboración de horchata fresca en Alboraya, la recuperación los carritos en Valencia, etc.), su apuesta por la innovación (ofrecen una amplía línea de productos con chufa, patentaron el utensilio ChufaMix para hacer horchata, etc.) y su respeto por el empleo digno (nadie cobra más de tres veces que el que menos, contratan gente en riesgo de exclusión social, etc.).

Tuve que esperar un buen rato hasta que llegó mi turno. Mientras era atendido me comentaron que traen la horchata desde su obrador de Valencia tres veces por semana. Se ofrece en botellas de tercio, medio y litro. Venden también horchata ecológica (una novedad en Madrid) y no falta en su kiosko su gama de productos de alimentación y cosmética a base de chufas. Por si fuera poco, además hay una oferta de venta de prensa con horchata. Una forma de que las noticias de actualidad no se nos atraganten tanto o al menos, tengan un mejor sabor. Ya saben, la crispación (como todo en esta vida) con horchata se lleva mejor.

*Opinión basada en el 100% de los encuestados. Nª de personas encuestadas: 1

Món Orxata Times

Sabor valenciano en El Retiro
  
El manifiesto más conmovedor 
desde el Cantón de Cartagena

Calle Narváez, 40
28009 Madrid


Localización en mapa de las horchaterías y otros establecimientos que elaboran horchata natural incluidas en la sección ESPECIAL HORCHATA: Me chifla la chufa


viernes, 30 de abril de 2021

Sucesores de Ignacio López (Madrid)

Déjame entrar (VII)

La limitación a la movilidad provocada por la pandemia me ha servido para redescubrir el barrio. Hasta ese momento cualquier excusa era buena para ir al centro: quedar con amigos, tomar un refrigerio o simplemente dar un paseo; nada, en realidad, que no pudiera hacer cerca de casa. Forzado por el confinamiento fui redescubriendo mercados y tiendas que iban llenando mi cesta con los productos de siempre haciéndola cada vez más reconocible. Menuda sorpresa descubrir que el pan de León, las ollas de chorizo o las tejas de Montilla que antes compraba en el centro siempre estuvieron en la panadería de mi calle.

No tuve la misma suerte con los frutos secos. Me fue imposible encontrar en mi barrio algo tan sencillo como unas buenas almendras, avellanas o nueces nacionales. Recorrí todas las tiendas, mercados y supermercados del distrito en su busca sin suerte. Sobreviví durante un tiempo con producto foráneo hasta que después de casi perder un piño por culpa de unas avellanas georgianas sólo aptas para mandíbulas forjadas con el acero de los cañones de Leningrado me dije basta. Así que llamé por teléfono a Sucesores de Ignacio López (mi proveedor habitual de la zona centro a la que en aquellos momentos no tenía acceso por no ser un turista en busca de bares donde beberse el agua de los floreros) y me informaron de que tenían reparto a domicilio.

Este establecimiento es desde hace más de una década mi suministrador oficial de frutos secos y desde hace más de ochenta de toda la ciudad de Madrid. Me gustan especialmente sus variedades tostadas con un tueste perfecto que sólo ellos saben darle. Ahora puedo seleccionar en su web almendras, avellanas, nueces, piñones, pistachos, uvas pasas, higos o ciruelas de origen español y recibirlos en casa sin portes a partir de 75 euros.

Ya puedo disfrutar sin mascarillas de una despensa bien repleta de Omega3 y de ácidos grasos monoinsaturados que deja a la madriguera de Chip y Chop a la altura del betún.

Almendra tamarit

Mi pedido

Sucursal de Lavapiés

Pedidos Sucesores de Ignacio López


Avenida de Menéndez Pelayo, 63
28009 Madrid

Calle de la Torrecilla del Leal, 32
28012 Madrid

martes, 9 de marzo de 2021

Café Bar Ferpal

Madrid, Madrid, MadRIP... (VIII)

Recuerdo una calle Arenal con personalidad comercial propia, cuando te trasladabas hasta ella desde la otra punta de Madrid para ir de compras. Quién no conserva un transistor de sus decomisos, un diccionario escolar de la Librería Multicolor, un belén de Palomeque o un costurero de Lanas Alondra. Mis desplazamientos a esta calle se redujeron coincidiendo con el avance del proceso vulgarizador que estandariza nuestros centros urbanos. Hoy se cuentan con los dedos de una mano los negocios dignos de mención: Taller de Posticería Monje´s, Esteve Shoes, Unión Musical, Tiendas Así y Calzados Coimbra. Me pregunto cuánto tardarán las galerías comerciales del número ocho en transformarse en un Carrefour Exprés y el Museo del Ratoncito Pérez en ser sustituido por una tienda  Disney.

Con el reciente cierre de Ferpal la calle pierde mi principal motivo de atracción: sus sándwiches. Esos triángulos de pan blanco inglés con rellenos batidos. Hace muchos años había un debate en Madrid de si eran mejores los sándwiches de Ferpal o los de Rodilla. Yo no había tomado posición por ningún negocio porque dependiendo del relleno elegido acudía a uno u otro. Esta dicotomía desapareció para mí el fatídico día en el que Rodilla dejó de ser un negocio familiar y se convirtió en una franquicia que desplegó sucursales como setas, casi tantas como variantes de sus rellenos, algunos difícilmente comprensibles, servidos por pipiolos con uniforme de hamburguesería. Mientras Rodilla se autoproclamaba como “el sándwich más famoso del mundo” siempre agradeceré a Ferpal que conservara su sobriedad, la calidad del producto, la atención profesional, su concepto de negocio y su decoración entre art decó y setentera.

Pero no echaré sólo de menos sus sándwiches. Ferpal era también una tienda con un amplio surtido de charcutería, quesería y conservas con precios para todos los bolsillos. Su deslumbrante mostrador de quesos exponía desde un García Baquero, pasando por un zamorano de Arribes a un rarísimo ejemplar de importación. Una oferta gastronómica extraordinaria en estos tiempos en los que los mercados locales son expulsados del centro convirtiéndose así Ferpal en una buena opción donde poder surtirse de estos productos básicos. También añoraré la cafetería donde podías pedir un café en vaso de caña mientras tomabas el pulso al barrio en esa barra que era un club social para vecinos y todos aquellos forasteros que allí se sentían como en casa. Un cierre que dejará un hueco en mi estómago solo comparable a esta nueva mutilación que en su ADN ha sufrido la ciudad de Madrid.

Ferpal ha echado el cierre
 
Decoración setentera elegante
 
Otro detalle de la fachada

Café Bar Ferpal
Calle del Arenal, 7
Barrio de Sol (Madrid)
28013 Madrid