El bocadillo de calamares rebozados y fritos es tradicional
en Madrid. Muchos visitantes consideran este plato resultado de una
excentricidad en una ciudad del interior cuando no un atentado por mezclar un
producto del mar con pan. Rebatiré estos prejuicios punto por punto:
-¿Comer moluscos debe ser patrimonio sólo de poblaciones
costeras? Más allá de que Madrid tenga mar o no (evito entrar en semejante
obviedad) la vocación marinera de esta urbe del centro peninsular es innegable:
Mercamadrid es la lonja de pescado más grande de Europa, el Museo Naval de la
Armada está anclado en el Paseo de Recoletos, la afición atlética celebra sus
triunfos con el dios que gobierna los mares y nuestros consejeros autonómicos
tienen sus ahorrillos en las islas Seychelles.
-¿Es una perversión rellenar un bocata con productos del
mar? Mezclar cosas en apariencia incompatibles es algo muy madrileño, que forma
parte de nuestra naturaleza y para ejemplo la Plaza de Castilla: con las dos
torres de Bankia, el bloque de viviendas del Asador de Aranda, el concurrido edificio de los Juzgados, el dorado “capullo”
de Calatrava, el depósito de agua del Canal de Isabel II y el monumento a un jefe de la ultraderecha. Y sin que ningún madrileño caiga desplomado por el impacto
visual del conjunto.
Apuntes históricos sobre el bocadillo de calamares
No sabemos quién concibió el primer bocadillo de calamares
pero seguro que no salió del taller de creación de “El Bulli”, más bien todo
indica que es una creación popular. En el Madrid decimonónico las tascas
recurrían con frecuencia a la combinación de rebozado, “fritanga” y pan para
llenar la barriga de las clases bajas de manera rápida y barata, en otras
palabras, para elaborar lo que hoy llamamos “comida rápida”. Los calamares por
su versatilidad y precio se hicieron pronto un hueco en las freidurías de la
ciudad y a diferencia del popular bacalao, que tiene espinas, pudo dar el salto
del plato al bocadillo, la opción gastronómica más económica para muchos
madrileños de humilde extracción.
¿Dónde comer un buen bocata de calamares hoy?
Mi opción es El Bar de los Bocadillos, un clásico del Barrio
de Argüelles desde 1947.
¿Cómo es? Es un “bar de paso”, anticuado pero no decadente,
con ambiente de tasca. La clientela variada: vecinos del barrio con rutinas
fijas, empleados en su hora del bocadillo y chavales que se aprovisionan para
salir de marcha. El servicio es vertiginoso: el pedido se “canta” y antes de
que la Guardia Civil registre otra Diputación tu bocadillo estará sobre la
barra. No hay mesas, sólo dispone de banquetas para sentarse, toda una
declaración de intenciones: pide, come y vete.
¿Qué ofrece? Su
especialidad como no podía ser otra cosa es el bocadillo de calamares. Se sirve
en un modesto panecillo ancho y blando relleno de siete u ocho aros de calamar.
Lo recomiendo porque a diferencia de otros bares la presentación es cuidada,
sin “rebabas” en el rebozado y algo muy a tener en cuenta, los calamares no
saben a panceta como en otras freidurías. Su precio 3.50 euros. También puedes
elegir otras variedades de bocadillos como el de boquerones, chistorra y
butifarra, entre otros.
La especialidad de la casa: bocata de calamares
Relación de bocadillos y raciones
Azucarillo de El Bar de los Bocadillos
Calle Marqués de Urquijo, 1
28008 Madrid
Tiene otros dos locales
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