viernes, 20 de agosto de 2021

Pastelería Galicia (Tordesillas)

Déjame entrar (VIII)

Descubrí los polvorones de Tordesillas un afortunado día en el que hice parada en la villa, traspasé el umbral de la centenaria Pastelería Galicia y pregunté a una empleada cuál era su especialidad. La contestación me dejó bastante desubicado porque por entonces todavía pensaba que ese producto sólo se daba del Tajo para abajo. Por aquellas llanuras podía esperar abisinios, ciegas o rosquillas de palo; incluso por el nombre de la pastelería, tartas de Santiago, bicas o melindres, nunca polvorones; pero ya que estaba allí pedí una caja. Regresé a Madrid con escasas expectativas sobre el producto y el miedito en el cuerpo de haber sido el primo de la capital al que acababan de endosar los restos a punto de caducar de la campaña de Navidad.

Pero no fue así porque desde ese día los delicados polvorones del Toro forman parte de mi dieta navideña (si es que esos dos conceptos pueden ir en una misma frase). Durante estos años he tropezado con ellos fortuitamente en algunos supermercados y mantequerías de Madrid, pero mi lugar predilecto para comprarlos es Valladolid donde los  encuentro a granel por sólo seis euros kilo. Como esta Navidad no pisaré Pucela mi primera opción era un mítico comercio cerca de Sol a 24 euros kilo, un precio razonable para un guiri tras beberse cinco cervezas en la Plaza Mayor pero del todo inaceptable para un parroquiano en plena época de crisis. Como las cosas aún no están para pasearse en un abarrotado centro urbano con menos gente con mascarilla que diputados en una sesión ordinaria del congreso decidí que este año le haría un pedido directamente a la Pastelería Galicia.

Aproveché el pedido para descubrir otros productos de su obrador que sólo se venden en la tienda de Tordesillas. Así que a los polvorones tradicionales del Toro le acompañaron esta vez unos polvorones de almendra (con un “cruje” de almendra muy agradable al paladar), canelos (bizcochos emborrados con un punto de canela), amarguillos (como los de Sahagún pero sin la almendra encima), mojicones (mi adictivo desayuno durante unos días), toritos de chocolate (los Morenitos del súper pero infinitamente mejores), palmeras de chocolate (una petición reconozco que extraña pero afortunada) y turrón praliné de chocolate (devorado con gula en tres bocados como si fuera un Huesitos).

Como mi único exceso en Navidades es el dulce me recreo en él como si no hubiera un mañana o como si se aproximara otro confinamiento. Y si eso ya para Reyes pido cita con el endocrino.

Polvorones

Toritos de chocolate

Mi surtido

Pedidos Pastelería Galicia
Calle Santa María, 2
47100 Tordesillas

jueves, 22 de julio de 2021

Freiduría de Gallinejas Embajadores

Madrid, Madrid, MadRIP... (IX)

La Freiduría de Gallinejas de Embajadores era un parte de la ciudad y de mí. Todo aquel a quien consideraba mi amigo pasaba por el rito de iniciación de pasar por este local, tanto si era madrileño como forastero. Bien es verdad que alguno tuvo que hacerlo a empujones porque de entrada no le agradaba el potente olor a víscera frita. Una vez superada la puerta de doble hoja el primer reto era enseñar el mostrador con una variedad inimaginable de partes de tripas que en algunos casos amenazaban los propios estómagos de mis amigos, momento que yo disfrutaba con deleitado sadismo. El siguiente paso era entrar al salón, sentarnos en una de sus mesas de mármol con jaspeado gris repletas de una variopinta clientela intergeneracional y consultar la carta, advirtiendo a mis amistades que la ensalada era un acompañamiento y no una opción. Para ampliar las posibilidades de éxito sugería pedir al menos dos platos con formas, texturas e intensidades diferentes. El tiempo de espera lo empleaba en buscar pistas en el rostro de mi compañía que desvelasen si vivía el momento como otra de mis extravagancias o por el contrario como una gran aventura. Durante la degustación era el turno de las conclusiones: "si pierdes el olfato está hasta bueno", "me recuerda a las cortezas de cerdo" o "no lo me imaginaba tan sabroso" fueron algunas de las reacciones, perdonables al tratarse de neófitos de la gastronomía madrileña, y en algunas ocasiones acompañada de un "¿cuándo volvemos?" que me llenaba de satisfacción.

 

Había perdido la pista del negocio durante la pandemia, como al resto de restaurantes y casi a mis amigos. Fue una noticia de un foro de Lavapiés el que me informó de su cierre. Al día siguiente me acerqué para hacer una foto de su castiza fachada forrada de madera. Por suerte dentro estaba su dueño, Gabino Domingo, que me invitó a despedirme del interior y hacer mis últimas fotos al establecimiento. En estos tiempos de tanto emprendedores que invierten miles de euros en abrir una franquicia de hostelería en la que no les está permitido alterar ni la cantidad de azúcar del café fue un honor conversar con un empresario de verdad que creó un negocio a su imagen y semejanza. Un local personal, especial y único que, como rezaba un cartel del exterior, no tenía sucursales. La obsesión de un hombre que dignificó las gallinejas y los entresijos no solo ofreciendo el mejor producto y la mejor ejecución sino escribiendo un libro sobre el tema junto al periodista David Sanz o consiguiendo que la RAE cambiara la definición de gallineja vinculándola correctamente a las tripas del cordero y a la ciudad de Madrid. Un ejemplo de madrileñismo de corazón del que podrían aprender todos los que tienen a esta ciudad solo en la boca. Otra nueva muesca en la culata de las pérdidas de la identidad cultural de nuestra ciudad.


Fachada de la freiduría
 

Los libros de Gabino

   

Tarjeta
  
Freiduría de Gallinejas Embajadores
Calle Embajadores, 84
Barrio Acacias (Madrid)
28012 Madrid

martes, 25 de mayo de 2021

Món Orxata Times (Madrid)

ESPECIAL HORCHATA: Me chifla la chufa (LVII)

Cualquiera que me conozca sabe que mi mayor deseo en cuanto estuviera vacunado, era plantarme en Valencia a beber horchata valenciana hasta que el cuerpo aguantara olvidando a cada trago este aciago año de limitaciones y abstinencias. Cuál fue, entonces, mi sorpresa cuando oteé en el horizonte un quiosco de prensa anunciando horchata valenciana en la transitada calle Narváez. Una vez descartado que se trataba de un espejismo producido por la alta concentración de monóxido de carbono en mi mascarilla decidí sumarme al nutrido grupo de curiosos que rodeaba el puesto en cuestión. Cuando estuve lo suficientemente cerca vi que eran los amigos de Món Orxata.

Sobre esta empresa, sus tiendas y carritos en Valencia escribí en su momento un amplio artículo que se convirtió en el más visitado de mi ya clásica y afamada* sección “Me Chifla la chufa”. Para el que no lo haya leído Món Orxata destaca por su respeto a la tradición (elaboración de horchata fresca en Alboraya, la recuperación los carritos en Valencia, etc.), su apuesta por la innovación (ofrecen una amplía línea de productos con chufa, patentaron el utensilio ChufaMix para hacer horchata, etc.) y su respeto por el empleo digno (nadie cobra más de tres veces que el que menos, contratan gente en riesgo de exclusión social, etc.).

Tuve que esperar un buen rato hasta que llegó mi turno. Mientras era atendido me comentaron que traen la horchata desde su obrador de Valencia tres veces por semana. Se ofrece en botellas de tercio, medio y litro. Venden también horchata ecológica (una novedad en Madrid) y no falta en su kiosko su gama de productos de alimentación y cosmética a base de chufas. Por si fuera poco, además hay una oferta de venta de prensa con horchata. Una forma de que las noticias de actualidad no se nos atraganten tanto o al menos, tengan un mejor sabor. Ya saben, la crispación (como todo en esta vida) con horchata se lleva mejor.

*Opinión basada en el 100% de los encuestados. Nª de personas encuestadas: 1

Món Orxata Times

Sabor valenciano en El Retiro
  
El manifiesto más conmovedor 
desde el Cantón de Cartagena

Calle Narváez, 40
28009 Madrid


Localización en mapa de las horchaterías y otros establecimientos que elaboran horchata natural incluidas en la sección ESPECIAL HORCHATA: Me chifla la chufa


viernes, 30 de abril de 2021

Sucesores de Ignacio López (Madrid)

Déjame entrar (VII)

La limitación a la movilidad provocada por la pandemia me ha servido para redescubrir el barrio. Hasta ese momento cualquier excusa era buena para ir al centro: quedar con amigos, tomar un refrigerio o simplemente dar un paseo; nada, en realidad, que no pudiera hacer cerca de casa. Forzado por el confinamiento fui redescubriendo mercados y tiendas que iban llenando mi cesta con los productos de siempre haciéndola cada vez más reconocible. Menuda sorpresa descubrir que el pan de León, las ollas de chorizo o las tejas de Montilla que antes compraba en el centro siempre estuvieron en la panadería de mi calle.

No tuve la misma suerte con los frutos secos. Me fue imposible encontrar en mi barrio algo tan sencillo como unas buenas almendras, avellanas o nueces nacionales. Recorrí todas las tiendas, mercados y supermercados del distrito en su busca sin suerte. Sobreviví durante un tiempo con producto foráneo hasta que después de casi perder un piño por culpa de unas avellanas georgianas sólo aptas para mandíbulas forjadas con el acero de los cañones de Leningrado me dije basta. Así que llamé por teléfono a Sucesores de Ignacio López (mi proveedor habitual de la zona centro a la que en aquellos momentos no tenía acceso por no ser un turista en busca de bares donde beberse el agua de los floreros) y me informaron de que tenían reparto a domicilio.

Este establecimiento es desde hace más de una década mi suministrador oficial de frutos secos y desde hace más de ochenta de toda la ciudad de Madrid. Me gustan especialmente sus variedades tostadas con un tueste perfecto que sólo ellos saben darle. Ahora puedo seleccionar en su web almendras, avellanas, nueces, piñones, pistachos, uvas pasas, higos o ciruelas de origen español y recibirlos en casa sin portes a partir de 75 euros.

Ya puedo disfrutar sin mascarillas de una despensa bien repleta de Omega3 y de ácidos grasos monoinsaturados que deja a la madriguera de Chip y Chop a la altura del betún.

Almendra tamarit

Mi pedido

Sucursal de Lavapiés

Pedidos Sucesores de Ignacio López


Avenida de Menéndez Pelayo, 63
28009 Madrid

Calle de la Torrecilla del Leal, 32
28012 Madrid

martes, 9 de marzo de 2021

Café Bar Ferpal

Madrid, Madrid, MadRIP... (VIII)

Recuerdo una calle Arenal con personalidad comercial propia, cuando te trasladabas hasta ella desde la otra punta de Madrid para ir de compras. Quién no conserva un transistor de sus decomisos, un diccionario escolar de la Librería Multicolor, un belén de Palomeque o un costurero de Lanas Alondra. Mis desplazamientos a esta calle se redujeron coincidiendo con el avance del proceso vulgarizador que estandariza nuestros centros urbanos. Hoy se cuentan con los dedos de una mano los negocios dignos de mención: Taller de Posticería Monje´s, Esteve Shoes, Unión Musical, Tiendas Así y Calzados Coimbra. Me pregunto cuánto tardarán las galerías comerciales del número ocho en transformarse en un Carrefour Exprés y el Museo del Ratoncito Pérez en ser sustituido por una tienda  Disney.

Con el reciente cierre de Ferpal la calle pierde mi principal motivo de atracción: sus sándwiches. Esos triángulos de pan blanco inglés con rellenos batidos. Hace muchos años había un debate en Madrid de si eran mejores los sándwiches de Ferpal o los de Rodilla. Yo no había tomado posición por ningún negocio porque dependiendo del relleno elegido acudía a uno u otro. Esta dicotomía desapareció para mí el fatídico día en el que Rodilla dejó de ser un negocio familiar y se convirtió en una franquicia que desplegó sucursales como setas, casi tantas como variantes de sus rellenos, algunos difícilmente comprensibles, servidos por pipiolos con uniforme de hamburguesería. Mientras Rodilla se autoproclamaba como “el sándwich más famoso del mundo” siempre agradeceré a Ferpal que conservara su sobriedad, la calidad del producto, la atención profesional, su concepto de negocio y su decoración entre art decó y setentera.

Pero no echaré sólo de menos sus sándwiches. Ferpal era también una tienda con un amplio surtido de charcutería, quesería y conservas con precios para todos los bolsillos. Su deslumbrante mostrador de quesos exponía desde un García Baquero, pasando por un zamorano de Arribes a un rarísimo ejemplar de importación. Una oferta gastronómica extraordinaria en estos tiempos en los que los mercados locales son expulsados del centro convirtiéndose así Ferpal en una buena opción donde poder surtirse de estos productos básicos. También añoraré la cafetería donde podías pedir un café en vaso de caña mientras tomabas el pulso al barrio en esa barra que era un club social para vecinos y todos aquellos forasteros que allí se sentían como en casa. Un cierre que dejará un hueco en mi estómago solo comparable a esta nueva mutilación que en su ADN ha sufrido la ciudad de Madrid.

Ferpal ha echado el cierre
 
Decoración setentera elegante
 
Otro detalle de la fachada

Café Bar Ferpal
Calle del Arenal, 7
Barrio de Sol (Madrid)
28013 Madrid

viernes, 4 de diciembre de 2020

Mazapanes Peces (Consuegra)


Descubrí Consuegra hace una década acompañado de una amiga en un gélido día de invierno. En el autobús desde la capital de las tres ces (curas, cadetes y cuestas) hasta Consuegra fuimos los dos completamente solos: todo un preludio. Una vez en la villa apenas nos cruzamos con gente en nuestra bella ruta entre casas nobles, conventos, iglesias y corredores. En el cerro Calderico ni rastro de turistas al encuentro de sus espectaculares molinos de viento. El  restaurante en el que comimos tenía tan poco ambiente que sustituyendo al camarero por un bedel podría haber pasado por una Comisión de Reglamento del Congreso. ¿Qué estaba pasando? ¿Dónde estaba la gente? ¿Era eso la España vaciada?

Debatimos en una solitaria Plaza de España que fenómeno produjo la desbandada. Ella apostó por una romería, la recolección de la aceituna o una feria en algún pueblo cercano; mi teoría menos refinada es que todo el pueblo estaba en “El Grand Prix”. En esas estábamos cuando detectamos a varios vecinos cruzando la plaza y decidimos seguirles. Su destino una pastelería próxima donde se agolpaba una gran cola esperando su turno. Pregunté a una señora que salía cargada con bolsas qué había comprado: dulces navideños. Misterio resuelto. Como donde fueres haz lo que vieres y a los españoles lo de las colas lo llevamos en la sangre, nos incorporarnos a la fila. Ese día no sólo descubrí una hermosa localidad manchega sino también me hice con una auténtico botín de surtido navideño con el que atrincherarme hasta el día de Reyes como mínimo.

Como este invierno no saldré de “los Madriles” y la familia amenazaba con abastecerse de mazapanes en el súper decidí hacer un pedido en la web de Peces. Lo que más venden en estas fechasen su tienda online son sus famosos surtidos seguidos de marquesas, figuritas,  empanadas, pastas de almendra, polvorones y rocas de almendra. Voy a lo seguro con los conocidos polvorones de almendra (5 euros el kilo más barato que donde los compro en Madrid), figuritas de mazapán y marquesas añadiendo esta vez mancheguitos (bocados de mazapán con capas de yema y cabello de ángel) y mantecados de yema (una pasta castellana de toda la vida) y que en casa tuvieron gran éxito. Gracias a soluciones como estas, estas extrañas fiestas en este año extraño serán, como mínimo, algo más dulces.

Mantecados de yema
  
Tradición desde 1915
 
Mi pedido Peces

  

Pastelería Peces
Calle San Juan Bautista de la Salle, 6
45700 Consuegra (Toledo)

Mazapanes Peces - Tienda y fábrica
Avenida de la Constitución de 1978, 16
45700 Consuegra (Toledo)

martes, 24 de noviembre de 2020

La Rosa de Jericó (Valencia)

Déjame entrar (V)

A diferencia de otras personas que caen en una profunda depresión, para mí el último día de vacaciones no es un momento de bajón sino una experiencia excitante. Es la jornada elegida para comprar esas viandas de las que disfrutaré a mi regreso dejándome un buen recuerdo, no tan perdurable como el de las fotografías, pero sí mucho más delicioso. De esta selección de productos de la tierra también resultan beneficiados mis más allegados, entre ellos, mi señora madre que fue quien me inculcó el principio de que el mejor souvenir que puede traerse de un viaje es el que se guarda en nevera.

Si el destino es la conocida Valencia tengo para ese día una ruta preestablecida: los productos de temporada del Mercado Central, el chocolate en Trufas Martínez y, por supuesto, la repostería de La Rosa de Jericó. Estas exquisiteces permiten que durante los siguientes días tenga la sensación de no haberme ido del todo de la ciudad.

Como este año parece difícil repetir viaje a Valencia, o a cualquier otro sitio, no queda otra que recibir algunas de esas delicias en casa. Recurro a esa opción para disfrutar de mi pastelería valenciana de referencia. La ya mencionada La Rosa de Jericó. Los Jericó llevan en la profesión desde finales del siglo XIX y su coqueta tienda de L'Eixample es parada obligada antes de subir al tren. Encargo un panquemado, un bollo que me pirra, muy apreciado por su laboriosidad y cuyo secreto pasa por una buena fermentación, que seguramente dure más tiempo del que tardo yo en zampármelo.

Recibirás tu pedido en 24-48 horas de lunes a viernes con la posibilidad de elegir el día. Como los gastos de envío son 15,73 euros recomiendo aprovechar el pedido con otras delicias de la pastelería. En esta ocasión dulce de membrillo (que puedes acompañar de un queso Idiazábal ahumado para disfrutar del postre perfecto) y sus pasteles de batata (unas empanadillas dulces con un perfecto equilibrio entre masa y relleno). Dejo para otra ocasión su pastel milhojas (finísimo hojaldre con nata y crema que se deshace en la boca).

Solo falta una buena horchatita y unas fallas y como si estuviera merendando en Valencia.

Corte del panquemado
 
Panquemado de La Rosa de Jericó
 
Su elegante fachada
 
Carrer d´Hernán Cortés, 14
46004 Valencia

jueves, 19 de noviembre de 2020

Rosquillas Cristaleiro (Gondomar)

 Déjame entrar (IV)

No soy amigo de las ferias populares pero menos aún de comer en ellas. Un trauma no resuelto de cuando siendo joven colaboraba todos los veranos en una caseta de comidas en un distrito madrileño. Lo hacía en el turno diurno porque yo era uno de los pocos valientes que se ofrecían para trabajar a pleno sol. Una vez montada la caseta la noche anterior, la primera mañana había que recibir el material y el género. El orden de entrega era el contrario que establece cualquier norma de seguridad alimentaria: a primerísima hora los alimentos frescos, hacia el mediodía las neveras y al final de la tarde el Ayuntamiento enganchaba la luz. Para cuando comenzaban a enfriar las neveras, en su interior las salchichas habían tenido tiempo para elegir portavoz. El resultado de estas atrocidades es que en aquellas casetas de comidas había más posibilidades de premio que en la del “perrito piloto”. Para nuestra fortuna los síntomas de gastroenteritis agudas eran encubiertos por los excesos con el alcohol y la creencia popular de que en estos eventos se sirve garrafón (un mito urbano, por supuesto).

Recientemente una amiga me informó de que en ferias, verbenas y otras celebraciones de Galicia se venden unas rosquillas típicas llamadas Cristaleiro y que ahora podía adquirirlas online. Para salvar mi recelo a los artículos que se ofrecen en este tipo de celebraciones me aseguró que, a diferencia de las que sirven en la mayor parte de la capital por San Isidro, las gallegas son artesanas, especiales y únicas. Unas grandes desconocidas fuera de Galicia ya que hasta ahora sólo era posible comprarlas en fiestas, en el obrador donde las elaboran o en un puesto del mercado de Travesas. Ha tenido que llegar la nueva normalidad para que por pura supervivencia este dulce centenario, que los más viejos del lugar recuerdan en tenderetes asidos en alambres, haya dado el salto online. Desde este anómalo verano se pueden comprar en toda España y por lo que me cuentan estudian incluso la posibilidad de saltar a Europa. Aprovecho la coyuntura para hacer un pedido de un producto que en condiciones normales nunca hubiera llegado a mis manos.

El paquete me llegó por Correos y sin gastos de envío por superar el pedido la cantidad de nueve euros. En el interior encontré los tres productos que en estos momento ofertan para este servicio: las rosquillas blancas (las de siempre, también conocidas por las del “desayuno” o “para mojar en vino tinto”) están cubiertas por un baño de azúcar, anís y agua, son secas y poco dulces, muy del gusto castellano, con ese puntito a anís que me recuerda a los dulces que de pequeño compraban mis padres en nuestras salidas domingueras a Chinchón; las rosquillas de hojaldre (con un baño de azúcar, miel y agua) son extremadamente jugosas y las favoritas de los paladares más golosos, muy parecidas a los hojaldres de Astorga que compraba de niño cuando hacíamos parada en la maragatería camino al pueblo y finalmente, los trocitos de hojaldre, que vienen a ser como los recortes de masa de las anteriores, perfectas para añadir al tazón del café.

Cualquiera de las tres opciones permite saborear las fiestas gallegas sin salir de casa. La próxima vez buscaré a ver si consigo acompañarlo de una buena queimada.

Rosquillas y trocitos de hojaldre
 
Una de las blancas
 
Mi pedido de rosquillas

Pedidos Rosquillas Cristaleiro
Rúa Párroco Carlos Fernández, 2
36380 Gondomar (Pontevedra)

miércoles, 11 de noviembre de 2020

Gran Lechería - Casa Lucas

Madrid, Madrid, MadRIP... (VII)

No corren buenos tiempos para El Rastro. Los domingos no son lo mismo sin la vida del tradicional mercado. Algunos comerciantes temen maniobras del Ayuntamiento para sustituir el actual por otro más sofisticado, mucho más atractivo para el turista y que podría dejar atrás el castizo ambiente del actual, como sucedió con el Mercado de San Miguel y con tantos otros mercados en esta ciudad. El pretexto para el cambio es tan tramposo como confundir deliberadamente castizo con cutre, tradición con privilegios y carácter con obstinación. El día que especuladores y modernitos consigan esta transformación no sólo perderemos a chamarileros, ropavejeros, cacharreros y vendedores de cintas de los grandes éxitos del Tijeritas sino una parte irremplazable de la identidad de Madrid.

Hoy me fijo en un local que durante tantos años acompañó la vida de este mercado. Se trata del comercio la “Gran Lechería” en la tortuosa calle Carlos Arniches. Este local destaca por una bella fachada de Eduardo Casabellas, ceramista de la escuela sevillana que trabajó en un taller de Puente de Vallecas y del que había otra magnífica obra sita en el número treinta de la calle Ponzano, la “Huevería y Frutería Casa Moreno”, desaparecida en 1992 por culpa de una obra ilegal y con la anuencia del Ayuntamiento, tantas veces negligente a la hora de proteger nuestro patrimonio comercial. La composición de la “Gran Lechería” que, aunque mal conservada aún podemos disfrutar, representa escenas pastoriles acompañadas del rotundo rotulo “leche pura para niños y enfermos”, una afirmación nutricional incuestionable en aquella época. Los azulejos fueron restaurados hace cuatro años por un artesano de Oropesa pero su estado sigue siendo delicado.

Sabemos que la lechería estaba abierta en los años treinta por la posible datación de los azulejos pintados. El primer recuerdo fechado es de los años cincuenta cuando al frente había una robusta señora que vivía en la calle Carnero. Posteriormente, una pareja procedente de un pueblo se hizo cargo del local, aunque quien llevaba la lechería era ella porque el marido tenía otro oficio. Finalmente, en los sesenta llegó desde un pueblo de Ávila la familia que la regentó durante décadas. Compraban la leche en una vaquería de la calle Carnero con Carlos Arniches (hoy Restaurante AlliOlli). Vendían además huevos y conservas. A partir del mediodía el local se trasformaba en bar. Los hijos repartían leche (de vaca, claro está), vino, gaseosas y refrescos a domicilio en un carro cuadrado. Los domingos de mercado delante del local colocaban una tabla sobre cajas de bebidas y empapelaban la fachada cerámica con carteles que anunciaban litronas y bocatas que se podían consumir en el interior. En lo que coinciden todos los consultados es que los inquilinos nunca mostraron interés en proteger los azulejos. Con la jubilación del último miembro de la familia se cerró la historia de esta lechería, pero no la de su decoración a la que deseamos larga vida como reflejo de una época y de una forma de vida que forma parte de este barrio y de esta ciudad.

Las fuentes son los testimonios orales de vecinos del barrio. Un conglomerado de recuerdos, vivencias y rumores. Mi agradecimiento a todos ellos y en especial a Rosa y su madre, sin las cuales este artículo hubiera sido imposible.

Detalle
  
Vista general
  
Firma del autor

Gran Lechería - Casa Lucas
Calle de Carlos Arniches, 25
Barrio de Embajadores (Madrid)
28005 Madrid

jueves, 10 de septiembre de 2020

Horchatería Dolz (Valencia)

Déjame entrar (III)    ESPECIAL HORCHATA: Me chifla la chufa (LVI)

Todas las crisis económicas se llevan por delante comercios tradicionales. Muchos de ellos son sustituidos por otros que se adaptan como un guante a la desgracia ajena (como  los todo a cien, los “compro oro” o las tiendas de segunda mano).  A este triste desenlace no son ajenas nuestras horchaterías. No corren buenos tiempos para la horchata artesana que, en tiempo de escasez deben competir con  los refrescos industriales  con largas fechas de caducidad  y que son publicitados por caras conocidas.

Sólo en un caso de cada mil una crisis ve nacer un comercio que dura  toda la vida. Es el caso de la Horchatería Dolz. Corrían los años setenta y la crisis del petróleo agrietaba los cimientos de la economía mundial.  Juan Dolz,  que por aquel entonces regentaba una tienda textil, decidió transformar su negocio en una  horchatería. Puede que su futuro no fuera a ser más rentable, pero sí, más dulce. Gracias a su inspiración, y por qué no decirlo, a la OPEP, contamos hoy con una gran horchatería.

Con gran visión empresarial y adaptándose a los nuevos tiempos Horchatería Dolz envía desde 2012 su  horchata natural fuera de Valencia. Como este difícil año la precaución me recomienda no acudir a mi cita con el Turia (ni a ninguna otra) decidí hacerles un pedido siguiendo la máxima de la montaña y Mahoma que no reproduzco porque siempre lo resuelvo al revés para disgusto de la Comisión Islámica, Vox y los amantes de los aforismos. Recibes el pedido al día siguiente o cuando elijas (excepto los lunes porque el domingo no se recoge género). Yo  elegí un sábado porque ese es siempre un buen día para hacerse un regalo. 

La horchata llegó a mi domicilio granizada y en perfectas condiciones.  Recomiendo beberla en el día por la insuficiente conservación de las neveras caseras. Acompañé el pedido con deliciosos fartons, “bizcochufas” (magdalenas de harina de chufa) y “chufacookies” (galletas de mantequilla con harina de chufa). Las magdalenas son esponjosas  y con un sabor intenso y sorprendente y las galletas todo un descubrimiento, de textura poco compacta tienen un intensísimo sabor a chufa y un punto final a caramelo que las hacen realmente adictivas. Pero zamparme todo ello con fruición no es, por supuesto, una concesión a la gula sino mi pequeña aportación al mantenimiento de las horchaterías valencianas. 

 
Bizcochufa y chufacookies
 
Mi pedido de Horchatería Dolz

Horchata de Valencia a Madrid
      
Avenida de Blasco Ibánez, 84
46021 Valencia


Localización en mapa de las horchaterías y otros establecimientos que elaboran horchata natural incluidas en la sección ESPECIAL HORCHATA: Me chifla la chufa