jueves, 27 de noviembre de 2014

El rincón de Hernani (Madrid)

En la búsqueda del menú del día perfecto visité este restaurante en el popular distrito de Tetuán. Las referencias en internet eran inmejorables: los propietarios tienen formación gastronómica en el País Vasco, se suministran con productos frescos en el muy próximo Mercado de Maravillas y ofrecen un menú del día casero por 10 euros. 

El Rincón de Hernani ofrece cocina tradicional de mercado. Este martes tenían un colorido milhojas de berenjena exquisito, atún a la plancha en su punto justo y algunos detalles que siempre se agradecen y que marcan la diferencia como un pan decente, patatas de acompañamiento de verdad y postres caseros. El único fallo en este menú fueron unos macarrones con tomate, verduritas y gambas que más bien parecían el rancho de la British Army. 

La cuidada presentación de los platos contrasta con la austeridad del establecimiento, con una decoración que evoca al comedor de un centro de la Tercera Edad que no resulta muy seductor al cliente menor de sesenta y cinco años, salvo para el “celador de Olot”. No estaría de más una renovación.
 
Milhojas de berenjena
 
Atún a la plancha 
 
Tarjeta de El Rincón de Hernani
 
El rincón de Hernani
Calle Hernani, 6
28020 Madrid

jueves, 20 de noviembre de 2014

Mercado de Abastos (Santiago de Compostela)

Si te gustan los pimientos de Padrón éste es tu mercado. La mayoría de los que se venden bajo esta denominación en España son plagios de Almería, Murcia o Marruecos que “no valen un higo”, para no ser reiterativo. Si no puedes acercarte a Santiago de Compostela mi consejo es que compres estos pequeños pimientos gallegos de color verde que “uns pican e outros non” sólo en bolsas con el logotipo de la D.O.P. “Pimiento de Herbón” entre los meses de marzo y octubre.

El pimiento de Padrón es el producto estrella del Mercado de Abastos de Santiago de Compostela. Hasta allí acuden las “pementeiras” de la cercana localidad de Padrón para ocupar los puestos destinados a las “paisanas”, trabajadoras agroganaderas locales que venden frutas, hortalizas, legumbres, quesos y huevos desde el “terruño” directamente al consumidor. En 1941 Joaquín Vaquero Palacios trazó el mercado pensando en la convivencia de estos puntos ocupados por productores de las cercanías o vendedores ambulantes y otros estables.

Después de conocer a las “paisanas” deberías dedicar tiempo a pasearte por las naves cubiertas para disfrutar de los más de 150 puestos fijos. Encontrarás un buen número de productos difíciles de encontrar fuera de Galicia, y deleitarte en los puestos que anuncian chourizo de porco celta, queixo de vaca “O Camiño de Gozo”, tenreira galega (Indicación Xeográfica Protexida), semente de grelos, noces de Chantanda, mexillóns de O Grove, unto caseiro, patacas do país, androllas...

No te dejes engañar por sus pétreos muros. Bajo esa armadura se esconde un mercado moderno y con servicios, como la posibilidad de hacer el pedido por teléfono o internet, eligiendo tú mismo los puestos desde la Web o a través del “Personal Shopper” que hace por ti la selección, dispone además de consigna para dejar los bártulos y un lugar donde envasar tus compras al vacío. Con todas estas comodidades podrás sentirte como la mismísima Carmen Lomana con fragancia de “Ô de Butelo”...  
 
El ecléctico Mercado de Abastos de Santiago
   
Espacio reservado para las "paisanas"
 
Sabor a románico en sus naves cubiertas
   
Rúa Ameás, s/n
15704 Santiago de Compostela

jueves, 13 de noviembre de 2014

El Bar de los Bocadillos (Madrid)

El bocadillo de calamares rebozados y fritos es tradicional en Madrid. Muchos visitantes consideran este plato resultado de una excentricidad en una ciudad del interior cuando no un atentado por mezclar un producto del mar con pan. Rebatiré estos prejuicios punto por punto:

-¿Comer moluscos debe ser patrimonio sólo de poblaciones costeras? Más allá de que Madrid tenga mar o no (evito entrar en semejante obviedad) la vocación marinera de esta urbe del centro peninsular es innegable: Mercamadrid es la lonja de pescado más grande de Europa, el Museo Naval de la Armada está anclado en el Paseo de Recoletos, la afición atlética celebra sus triunfos con el dios que gobierna los mares y nuestros consejeros autonómicos tienen sus ahorrillos en las islas Seychelles.

-¿Es una perversión rellenar un bocata con productos del mar? Mezclar cosas en apariencia incompatibles es algo muy madrileño, que forma parte de nuestra naturaleza y para ejemplo la Plaza de Castilla: con las dos torres de Bankia, el bloque de viviendas del Asador de Aranda, el concurrido edificio de los Juzgados, el dorado “capullo” de Calatrava, el depósito de agua del Canal de Isabel II y el monumento a un jefe de la ultraderecha. Y sin que ningún madrileño caiga desplomado por el impacto visual del conjunto.

Apuntes históricos sobre el bocadillo de calamares 

No sabemos quién concibió el primer bocadillo de calamares pero seguro que no salió del taller de creación de “El Bulli”, más bien todo indica que es una creación popular. En el Madrid decimonónico las tascas recurrían con frecuencia a la combinación de rebozado, “fritanga” y pan para llenar la barriga de las clases bajas de manera rápida y barata, en otras palabras, para elaborar lo que hoy llamamos “comida rápida”. Los calamares por su versatilidad y precio se hicieron pronto un hueco en las freidurías de la ciudad y a diferencia del popular bacalao, que tiene espinas, pudo dar el salto del plato al bocadillo, la opción gastronómica más económica para muchos madrileños de humilde extracción.

¿Dónde comer un buen bocata de calamares hoy? 

Mi opción es El Bar de los Bocadillos, un clásico del Barrio de Argüelles desde 1947.

¿Cómo es? Es un “bar de paso”, anticuado pero no decadente, con ambiente de tasca. La clientela variada: vecinos del barrio con rutinas fijas, empleados en su hora del bocadillo y chavales que se aprovisionan para salir de marcha. El servicio es vertiginoso: el pedido se “canta” y antes de que la Guardia Civil registre otra Diputación tu bocadillo estará sobre la barra. No hay mesas, sólo dispone de banquetas para sentarse, toda una declaración de intenciones: pide, come y vete.  

¿Qué ofrece? Su especialidad como no podía ser otra cosa es el bocadillo de calamares. Se sirve en un modesto panecillo ancho y blando relleno de siete u ocho aros de calamar. Lo recomiendo porque a diferencia de otros bares la presentación es cuidada, sin “rebabas” en el rebozado y algo muy a tener en cuenta, los calamares no saben a panceta como en otras freidurías. Su precio 3.50 euros. También puedes elegir otras variedades de bocadillos como el de boquerones, chistorra y butifarra, entre otros.
 
 La especialidad de la casa: bocata de calamares

 Relación de bocadillos y raciones

 Azucarillo de El Bar de los Bocadillos

El Bar de los Bocadillos
Calle Marqués de Urquijo, 1
28008 Madrid
Tiene otros dos locales

miércoles, 5 de noviembre de 2014

Vaquería La Tierruca


Mi madre es de la montaña leonesa, en concreto de Laciana. La falta de oportunidades la trajo a Madrid, como a tantos otros. Recientemente me recordaba que cuando pasaba por delante de una vaquería en la capital, en concreto del barrio de Usera, buscaba con la mirada el establo, con el recuerdo fresco de cuando siendo niña ordeñaba a las vacas y las subía al monte a pastar. También en la ciudad de Madrid, y hasta no hace tanto tiempo, llegó haber censadas 14.000 vacas repartidas en cientos de estas vaquerías, sesenta y seis sólo en el barrio de Carabanchel y formaban parte de la estampa castiza madrileña.

La “edad de oro” de las vaquerías llegó a su fin cuando se adoptaron razonables normas de salud e higiene. En 1961 el "Reglamento de actividades molestas, insalubres, nocivas y peligrosas" prohibió en su art. 13 las vaquerías dentro del casco urbano de las ciudades de más de 10.000 habitantes, fijando un plazo de cumplimiento de diez años. Más tarde un decreto de la Presidencia del Gobierno de 4 de agosto de 1964 estableció que la leche de consumo en Madrid debería estar pasterizada, envasada y proceder de centrales lecheras. Arrinconadas por estas normas las vaquerías se cerraron paulatinamente hasta desaparecer en su totalidad.

Éstas servían a los madrileños leche fresca a granel, sólo de dos clases, la normal y otra más barata aguada, adelantándose a la “desnatada”. Ni el más mínimo rastro de “bifidus activo”, “calcio plus”, “con fibra”, “naturcol”, “entera más ligera” y otras sandeces. Tampoco había otras “leches” como las de soja, avena, almendra, etc., salvo, claro está, las que repartían los agentes de la autoridad... Entonces no existía el actual discurso de “la leche mata”, en realidad era un alimento básico y no disponer de ella sinónimo de hijos pequeños y enclenques. Aunque moleste a algunos la leche está en nuestra dieta desde que dejamos las cavernas, ligada al nacimiento de la ganadería, que junto a la agricultura, son las bases de nuestra sedentaria civilización.

Hace unos noventa años, Leoncio, ganadero natural de Selaya, capital de los sobaos pasiegos, junto a su pareja Julia, abren al otro lado del arroyo de Abroñigal (hoy entubado bajo la M-30) una vaquería en el núcleo obrero que había surgido tras la expulsión del centro de Madrid de las industrias consideradas molestas. Este nuevo barrio, aunque pertenecía al municipio de Villa de Vallecas, al que pronto superó en población, estaba separado de Madrid sólo por un puente que pronto le dio nombre, el Puente de Vallecas. Hoy, incorporado a Madrid desde 1931, el distrito tiene una población de 233.000 habitantes.

Llamaron a la vaquería “La Tierruca”, expresión empleada por la emigración cántabra para evocar su patria cuando estaban lejos de ella. Ahí no acaban las referencias a Cantabria, los dueños encargaron a la fábrica de azulejos de Enrique Guijo, en el número 80 de la Calle Mayor, un mural cerámico pintado con escenas pasiegas referidas al ordeño y transporte de la leche. El buen oficio del reputado ceramista cordobés, responsable de otras maravillas en Madrid como “Los Gabrieles” y “Antigua Huevería”, convirtió lo que podría haber sido una vaquería más en un regalo visual para sus clientes.

Hacia 1953, los dueños traspasaron por cien mil pesetas, todo un capital para la época, el negocio a Pedro y Micaela. La pareja venía de Guadalajara pero Pedro era del mismo pueblo que Leoncio y como aquel, también ganadero. Aquí comienza una segunda vida para la vaquería, la más reciente y que aún perdura en la memoria de muchos vallecanos. No era la única, en la misma Av. del Monte Igueldo había otras dos, una en el número 89, donde se encuentra el “Ahorramás”, y otra en la esquina con Calle de Teresa Maroto. También en las Calle Argente, Sta. Julia, Lozano, María Encinas...

La parte de "La Tierruca" donde se encuentra el mural cerámico (que da a la Av. del Monte Igueldo) correspondía a vivienda, mientras que vaquería y lechería se orientaban a la más discreta Calle del Hachero. Entre los ilustres residentes una treintena de vacas que contaban con asistencia veterinaria. La lechería, por su parte, además de leche ofrecía vino, bollería y otros comestibles. El negocio no iba mal, el barrio crecía y la idea de “comercio de proximidad” estaba arraigada. Los vecinos rara vez acudían a comprar a Madrid.

La normativa antes citada cambió la vaquería para siempre, primero al desaparecer la venta directa de leche, algo que no gustó a muchos vecinos que siguieron pidiendo la leche sin transformación, y más tarde al recibir la orden de desalojar los animales coincidiendo con el fin del plazo en 1972. Ese mismo día dio a luz una vaca, quien sabe si el último ternero con DNI de Madrid. La vaquería se convirtió en tienda de alimentación hasta su cierre hacia el 2004. Hasta entonces era fácil ver a Micaela departiendo con sus clientes de siempre. Hoy donde se ubicaba la vaquería hay unos apartamentos.

Pero lo que se mantiene prácticamente intacto es el mural cerámico. Durante cincuenta años Micaela lo cuidó con esmero, sólo empleaba agua templada para limpiarlo y pobre de aquel que se acercara con malas intenciones… Hoy tiene 92 años (definitivamente la leche no debe ser tan nociva) sigue siendo vecina del barrio y vallecana de adopción. Gracias a su trabajo y cariño hoy los vecinos disponen de una obra de arte al aire libre. Espero que también sea consciente de su valor la Junta Municipal y reciba la debida protección para que se conserve entre nosotros muchos años más.
 
Mural cerámico de E. Guijo en la Av. del Monte Igueldo

Forja y azulejos tienen alrededor de noventa años

Detalle sobre el transporte de la leche

Mi agradecimiento a Pedro, hijo de Micaela, por recibirme en el barrio y contarme los secretos de la vaquería. Espero que esta entrada sirva para mantener el recuerdo de "La Tierruca" entre todos aquellos vallecanos que no tuvieron la suerte de conocerla. 

Vaquería La Tierruca
Avenida del Monte Igueldo, 103 (esquina con Calle del Hachero)
Barrio de San Diego (Puente de Vallecas)
28053 Madrid