viernes, 4 de septiembre de 2020

Restaurante Manolín (Valladolid)

Déjame entrar (II)

Parece que el mundo ha entrado en la nueva anormalidad. La gente vuelve con cara de cobaya de unas extrañas vacaciones limitadas al turismo nacional; los niños se afanan por entender cómo caben treinta pupitres separados 2 metros en un aula de 40 metros cuadrados y los trabajadores se reincorporan a sus trabajos en un saturado transporte público mientras buscan aire bajándose la mascarilla no reutilizable que usan por tercer día consecutivo. ¡Todo controlado!
En un vano intento de responsabilidad individual y en un claro ejemplo de absurda esperanza yo afronté este verano dejando  los viajes para más adelante. Eso suponía también, una renuncia a una de las cosas que más me llenan: visitar restaurantes. Particularmente a esos destinos que visito todos los años donde tengo mi listado de favoritos. Una de esas ciudades es Valladolid,  uno de esos restaurantes es el Manolín y uno de esos manjares su lacón asado cortado en lonchas y tacos.
El Restaurante Manolín sirve desde 1969 el que para muchos es el mejor lacón del país. Los más viejos del lugar todavía recuerdan esa barra con grandes bandejas de ensaladilla y salpicón en la que Manuel cortaba el lacón a la vista del público. Puedes disfrutar su especialidad en restaurante o encargarlo para llevar. También para mi suerte sirve a domicilio. Una vez en casa sácalo de la bolsa de vacío una hora antes, precalienta el horno, y caliéntalo. El próximo confinamiento me pillará con una buena provisión de este manjar en la nevera para que se me haga más llevadero.
El lacón del Manolín en mi mesa
        
El lacón envasado
     
El viejo rincón del lacón (foto de archivo)

Pedidos Restaurante Manolín 
Camino de la Esperanza, 34
47007 Valladolid 

lunes, 15 de junio de 2020

Pastelería La Marina (Villanueva del Pardillo)

 
Soy un defensor del comercio presencial respecto al electrónico. Primero porque no quiero perder el sugestivo contacto directo con los tenderos y el producto; segundo, porque sin nuestras tiendas los barrios serían menos prósperos, diversos y vitales; tercero porque según está montado el comercio electrónico perdemos derechos todos: empleados, consumidores y servicios públicos; y cuarto porque las pelis de Béla Lugosi me enseñaron que no debo invitar nunca a entrar en mi casa a desconocidos por lo que pueda pasar. Y de ahí el nombre de esta nueva sección.
 
Mi habitual y pedestre rutina comercial en la que tan seguro me movía fue trastocada por el Covid-19. Durante esta pesadilla las razonables limitaciones a la actividad y al desplazamiento han paralizado mis hábitos de consumo, experiencias y el propio blog. El cambio más significativo es mi necesaria aproximación al comercio electrónico, una experiencia que no cambia mis preferencias pero que me ha permitido descubrir o reencontrarme con empresas que ofrecen a domicilio productos artesanos de primera que por su lejanía o por carecer de tienda física no me son accesibles de otro modo.
 
Estrena la sección “Déjame entrar” un viejo conocido del distrito de Chamberí. La Marina es una confitería abierta en abril de 1933 por Justo Arranz Arranz. Su local de la calle Alberto Aguilera era un referente de la tradicional bollería de mantequilla. Su producto estrella el ROSCÓN (así, con mayúsculas) que servían todo el año. También me chiflaban sus cruasanes, suizos y brioches, todos con sus masas características y que tanto se diferencia de la monótona bollería de franquicia en la que todo está hecho con la misma masa precongelada.
 
Compré el último roscón en La Marina este enero y me dieron la fatal noticia de su traslado fuera de Madrid. Creí que aquello no era una buena señal para empezar 2020 y a fe mía que no me equivoqué.  El motivo del cierre de la tienda de la calle Alberto Aguilera era la jubilación de algunos hermanos y una oferta por el local. Había asumido que no volvería a probar su roscón hasta que haciendo limpieza durante la pandemia me reencontré con la tarjeta que me ofrecieron en mi última visita (chúpate esa Mary Kondo). Quizás había llegado el momento de comprar de otra forma.
 
La experiencia no pudo ser más satisfactoria. El roscón llega recién hecho con el sabor de siempre.  El tamaño mínimo es de medio kilo y como todo buen roscón que se precie aguanta en perfecto estado una semana. Recomiendan encargarlo al menos con 48 horas de antelación, trabajan sin pedido mínimo y hacen portes a toda la Comunidad de Madrid. También puedes recogerlo en el obrador de Villanueva del Pardillo recordando llevar tu mascarilla que aprovecho para recordar NO se usa para cubrir la barbilla sino la nariz y la boca, porque visto lo visto parece haber una gran confusión con este asunto. Si la nueva normalidad es que la calle esté abarrotada de idiotas que creen que distancia social es el nombre de un nuevo grupo musical creo que pasaré el resto de la desescalada en casa con mis roscones de La Marina.
 
 El roscón de La Marina
 
 Disponible todo el año
  
 Antigua sede de La Marina
   
Calle Enebro, 1, portal 5, local 6
28229 Villanueva del Pardillo

jueves, 19 de diciembre de 2019

Haciendo bueno a Calamardo

Muerto, rematado y emplatado (XIX)

Como todo buen “gato” soy aficionado a la fritanga. ¿A qué madrileño esta alternativa castiza a la comida rápida no le habrá sacado alguna vez de un buen apuro? Frente a la opción hamburguesa, si el hambre aprieta, dirígete a la freiduría más próxima, pide un bocadillo de calamares y en un plis sales comido y por el mismo precio perfumado si más tarde quedas con la parienta.

Y aunque creo interesante fomentar las bondades de tan tradicional manjar considero totalmente innecesario, por no decir contraproducente, la forma de publicitarlo que encontré en una freiduría cercana a la Plaza Mayor.
En la puerta de este establecimiento se erige un cefalópodo gigante con cabeza de bocadillo de cuya boca sobresalen aros de calamar rebozado, en una especie de orgía antropofágica en tres dimensiones tan inquietante como esos ojos saltones que coronan el conjunto y que te siguen amenazadores por toda la calle.
¿A qué mente perturbada se le ha podido ocurrir esta criatura marina híbrido del Cthulhu  de Lovecraft y un kraken?  No sé  cómo estarán esos bocadillos pero lo único que a mí me apetece cuando paso por esa calle huir despavorido de esta versión macabra de Bob Esponja pasado de anfetaminas.

jueves, 12 de diciembre de 2019

Paella de arroz bomba

Muerto, rematado y emplatado (XVII)

El sábado 7 de noviembre de 1970 los trabajadores de la Junta de Energía Nuclear vertieron por error al alcantarillado madrileño 700 litros de sustancias radiactivas. El mayor accidente nuclear de la historia de España se produjo en víspera de domingo;  había por tanto que elegir entre activar el Plan de Emergencia Nuclear o respetar el convenio colectivo. Por supuesto optaron por lo segundo. Si Jesucristo y sus apóstoles honraron el domingo como día del reposo quienes eran ellos para contradecirles.

Cuando el lunes se volvió al trabajo, y a la realidad, la contaminación afectaba al Manzanares,  al Jarama y al Tajo hasta su desembocadura, con especial incidencia en la zona de las vegas madrileñas.  Esos sí durante años las fresitas de Aranjuez superaron en tamaño al fresón de Palos.

Casi cincuenta años después salgo de casa dispuesto a descubrir los restos en mi ciudad de aquel antológico cataclismo. Pero antes de llegar a mi destino mi contador Geiger con sello de garantía de Alibaba comienza a pitar enloquecido a la altura de la Plaza Mayor, más concretamente a la altura de un local de paellas regentado por unos insistentes paquistaníes que me conminan reiteradamente a entrar en su restaurante confundiendo mi estupor por el aspecto radioactivo de las judías verdes de la fotografía con un interés por degustar ese “arroz con cosas” digno de la cafetería de la central nuclear de Springfield.  No me tengo por un cobarde pero reconozco que hui despavorido pues aún no llevaba puesto ni el traje ni las gafas de protección.

Aún no lo tengo decidido pero creo que voy a dejar los próximos capítulos de Chernobyl para la semana que viene. 

 Esta paella es la bomba
"Todo me recuerda a Madrid"

miércoles, 9 de octubre de 2019

Ruta de horchatas por Valladolid


Si visitas Valladolid en verano debes saber que durante el día puede hacer mucho calor. En tierra de vinos podrías optar por tirar de riberas, cigales y ruedas para apaciguar la deshidratación pero mi obligación es informarte que en el pasado se han documentado situaciones bochornosas por el consumo en exceso de alcohol: señores en la playa urbana del Pisuerga ataviados solo con corbata, intentado reservar habitación en el palomar del Campo Grande o colocando los pies sobre la mesa delante de otros mandatarios internaciones. Si tú tampoco controlas mi alternativa es una refrescante ruta de horchatas. Quién te iba a decir que la capital de la meseta norte cuenta con varios establecimientos donde elaboran buena horchata natural de chufa.

El barrio obrero de Las Delicias era mi primera parada de la ruta. Frente al paso subterráneo Labradores-Segovia estaba la Heladería El Carrito. Tenía una producción de solo cuatro litros diarios así que tocaba madrugar para asegurarte tu vaso de horchata. Se servía espolvoreada con canela y era de una estupenda calidad. En mi primera visita pude hablar distendidamente con uno de los socios sorprendiéndome gratamente su pasión por la horchata: elaboración, conservación y todos esos detalles que solo sabemos los frikis de la chufa. El resultado una horchata que según me cuenta había logrado la aprobación hasta de un valenciano que desconfiaba poder encontrarla buena en Valladolid. Por desgracia ha cerrado pero pervive en mí su dulce recuerdo.

 
Descanse en paz


Belaria 

Comenzamos la ruta en los altos del Paseo de Zorrilla para descubrir Belaria. Esta pastelería forma parte de la buena pastelería pucelana con locales tan destacados como Maro Valles, Cubero, Bravo o El Sayagués. En verano a los pasteles, bombones y demás dulces les acompañan buenos helados donde destaca uno de queso tan logrado que es capaz de entusiasmar a cualquier aficionado al queso incluso si no le gusta el dulce.

La horchata de Belaria está muy buena pero tiene una pega: una producción irregular. Valoré no incluirla en la ruta porque probarla es más difícil que intentar acabar con John McClane y conseguir audiencia con el Papa el mismo día. La temporada pasada no logré hacerlo incluso los días que confirmó la tienda que sí la despacharían. Acércate, cruza los dedos y si al entrar encuentras la jarra con la horchata dirígete a la administración de lotería más próxima para echar una Bonoloto porque es tu día de suerte.

Horchata de Belaria
 
Exterior


Heladería La Toscana 

Seguimos por el Paseo de Zorrilla en dirección al centro hasta el Campo Grande. Una extraña marquesina amarilla que parece inspirada en una pieza de Lego gigante señala nuestra tercera parada. La Heladería Toscana abierta en Valladolid en 1985 es heredera de otra antiquísima con el mismo nombre que cerró hace unos meses en Zamora. Es probablemente la horchata menos dulce de la ruta. Puedes tomarla en su interior que todavía conserva el encanto de las heladerías “viejunas” y también en su agradable terraza. Mi consejo es pedirla para llevar, entrar al colindante parque y disfrutarla a la sombra de algún árbol con su copa libre de pavos reales a menos que no te importe acompañarla por los “toppings” descargados desde sus regios culos.

 Horchata de La Toscana
 
Su extraordinario panel (ahora oculto)


Helados y Turrones Manuel Iborra 

La historia de este negocio se remonta a finales del XIX cuando el jijonenco Manuel Iborra García llegó a la ciudad con su tío para vender turrones. Desde entonces no faltó a su cita salvo durante la guerra civil. Su hijo Manuel Iborra Planelles fija el negocio comprando en 1957 el actual local en la calle Lencería añadiendo helados para abrir también en verano. Heredó la empresa en 1969 el actual patriarca, Manuel Iborra Sánchez, que recientemente fue homenajeado por el Ayuntamiento por sus cincuenta años al frente del negocio.

No es difícil encontrar una cola de clientes que nos indiquen el camino ya que Helados y turrones Manuel Iborra no es solo la heladería más antigua de Valladolid sino también  toda una institución. Acabar en Iborra tras cenar por el centro es una tradición local que se remonta a los primeros debates sobre el soterramiento de las vías del tren. Siempre que visito la ciudad procuro comprar su turrón que como hace más de un siglo sigue llegando de Jijona y en verano no dejo de degustar su horchata que, al igual que los helados, son elaborados  en el obrador situado en el mismo local. 


 Horchata de Iborra
Interior de heladería de toda la vida

Belaria
Paseo de Zorrilla, 90
47006 Valladolid

Otro local en:
Paseo de Zorrilla, 336
47008 Valladolid 

Heladería La Toscana
Paseo de Zorrilla, 30
47006 Valladolid

Helados y Turrones Manuel Iborra
Calle Lencería, 2
47001 Valladolid

Localización en mapa de las horchaterías y otros establecimientos que elaboran horchata natural incluidas en la sección ESPECIAL HORCHATA: Me chifla la chufa


martes, 8 de octubre de 2019

Pastelería Auseva (Oviedo)

Todos tenemos en la familia alguien que borda un plato. En el caso de mi abuela paterna eran las casadielles. Para el que no sea asturiano las casadielles son unas empanadillas dulces rellenas de nuez y un toque de anís, y que usadas como vitualla permiten subir el Angliru con la bicicleta a la espalda. Como no me preocupé en su día por pedir a mi abuela la receta, tras su fallecimiento no volví a disfrutar de casadielles caseras. He buscado por internet y pedido recetas a conocidos pero la pereza me ha impedido comprobar si alguna de ellas se parece a aquellas deliciosas que preparaba mi abuelita. Así que ahora no me queda más opción que comprarlas.

Mi espíritu goloso y mi naturaleza glotona me han hecho probar unas cuantas casadielles en tierras asturianas (y en ocasiones fuera de ella). De entre todas mis favoritas son las de la pastelería Auseva. Este comercio ovetense fundado por una familia gallega y que después pasó a manos de un pastelero ya hace trece años. En ocasiones muchas casadielles pecan de tener un exceso de masa (sobre todo en los bordes), cuesta encontrar el relleno y a veces resultan algo pesadas. Las de Auseva tienen una fina capa de hojaldre de mantequilla, un relleno delicioso y resultan ligeras. Además de estas delicias cuentan con pastelería variada, comidas preparadas y unas deliciosas empanadas elaboradas tanto con hojaldre como con masa de pan y entre las que yo destacaría la de carne guisada.

 Casadielles de Auseva
 
 Empanada de carne guisada
 
 Fachada exterior
   
Avenida de Galicia, 11
33005 Oviedo

lunes, 7 de octubre de 2019

Ruta de horchatas por Bilbao

ESPECIAL HORCHATA: Me chifla la chufa (LIV)

La horchata, como todo el mundo sabe, es del mismo Bilbao. Las “txufas” con las que se elabora este preciado trago proceden de la huerta de Alboraya que se localiza una vez pasado Basauri. Tras permitirme esta “bilbainada” os informo de que además de otros muchos encantos, Bilbao cuenta con cuatro establecimientos que venden este manjar, un número que la sitúa como la ciudad horchatera de referencia del Norte. Si comparamos Bilbao con su rival San Sebastián al menos en este punto los primeros ganan por un contundente cuatro a uno. Un resultado que no se ve en un derby en San Mamés desde tiempos de Iribar. Paso a descubrir los locales que en Bilbao venden horchata de elaboración propia antes de sentir el aliento de los cachorros del Athetic detrás de mi nuca.

La horchata de la familia Iváñez

Una canción conocida entre las cuadrillas cuenta la historia de un inglés que vino a Bilbao y “ya no se quiso marchar”. En el improbable caso que un día los chiquiteros sustituyan el vino por la horchata podrían dedicársela a los Iváñez. Su vinculación con la ciudad comienza hacia 1850 cuando Miguel Galiana llegó desde Jijona con su carro cargado de turrones por Navidad (cuándo sí no). El producto se vendía en los portales de las calles Correo y Bidebarrieta. Al precursor le sucedió su yerno Eladio Iváñez y así hasta hoy.

Gracias a esa familia para mí Bilbao es sinónimo de buen turrón. Descubrí su increíble Jijona en mi primera visita a la capital vizcaína hace un porrón de años cuando el ariete Aritz Aduriz todavía era alevín. Desde entonces no puedo irme de la ciudad sin hacerme con un buen botín. Es tal mi habilidad para aprovechar hasta el último resquicio de mi maleta para llenarla de tabletas que podría asesorar a la Ertzaintza para descubrir los fajos de los “muleros” en el Aeropuerto de Sondica.

Con el paso de los años el portal ha sido sustituido por sendas tiendas a pie de calle y la estacionalidad navideña por una venta durante todo el año. Los dos establecimientos se sitúan en diferentes números de la emblemática calle Correo. A los turrones y otras especialidades jijonencas se le ha añadido helados y, por supuesto, horchatas que se elaboran en los obradores independientes que tienen en Alicante.

 Horchata de Adelia Iváñez
   
Helados

Calle Correo, 12
48005 Bilbao (Vizcaya)

Horchata de Turronería Iváñez

Fachada exterior

Calle Correo, 23
48005 Bilbao (Vizcaya)

Heladería Nossi-bé

Si tu única referencia cultural vasca es La Oreja de Van Gogh es probable que pienses que “nossi-bé” se trate de algún deporte rural de la tierra para cuya práctica es necesario doparse con chuletones de a kilo. La realidad es que cuando se fundó esta tienda como tostadero allá por 1911, la vainilla y el cacao con el que trabajaban procedía de esta isla de Madagascar y de ahí su nombre. Hoy en aquel paraíso del canal de Mozambique poblado de hoteles no queda espacio ni para cultivar  “Cacao Maravillao”. No le faltan tampoco turistas a esta heladería famosa por helados con sabores de lo más atrevidos como de chirriones, bacalao, uvas con alga espirulina, kalimotxo o cerveza que puede que no atraigan a mucho gourmet pero sí que a los suficientes curiosos como para que merezca seguir elaborándolos. Gracias a Dios, la horchata que producen es simplemente horchata, sin sabores osados ni otras estridencias.


 Horchata de Nossi-bé

Fachada exterior

Heladería Nossi-bé
Calle Navarra, 1
48001 Bilbao (Vizcaya)

Heladería Alaska

De Bilbao de toda la vida. Esta heladería abierta desde 1952 es la última que he tenido la fortuna de conocer quizás porque su público son fundamentalmente vecinos. Al no contar con los helados a la vista, mi primera impresión fue la de entrar en una cafetería. Pero allí no solo descubrí la que es en mi opinión la mejor horchata de Bilbao sino que además pude conversar con ellos. Me comentaron que la tenían todo el año y que en verano se vendía muy bien. Mientras disfrutaba de mi horchata entre el animado servicio de meriendas y helados tuve ese pálpito cada vez menos frecuente de encontrarme en uno de esos negocios a los que apetece siempre volver.


 Horchata de Alaska

Terraza

Calle Marqués del Puerto, 10
48008 Bilbao (Vizcaya)

Localización en mapa de las horchaterías y otros establecimientos que elaboran horchata natural incluidas en la sección ESPECIAL HORCHATA: Me chifla la chufa


sábado, 5 de octubre de 2019

Bodegas J. Cuesta

Madrid, Madrid, MadRIP... (VI)

Ha cerrado un símbolo comercial del barrio de Pacífico. La Bodega J. Cuesta llevaba abierta desde 1936. El establecimiento que sobrevivió a la guerra civil a pesar de estar en una localización caliente por su proximidad a los cuarteles de Pacífico capitula ahora sin necesidad de haber recibido un solo proyectil. Su último responsable no pertenecía a la familia fundadora pero, además de la actividad, mantenía el nombre, la estética de antaño y su característica caja registradora “National”. El precio de venta del pequeño local es de 350000 euros. Muchos vinos tendrá que vender el que pueda estar interesado en dar continuidad a la bodega. Por ese precio y en esa zona mucho me temo que lo único rentable será un negocio de uñas chinas con “final feliz” en la planta de abajo.

 

Bodegas J. Cuesta
Avenida de Menézdez Pelayo, 105
Barrio de Pacífico (Retiro) 
28007 Madrid