Soy un defensor del comercio presencial respecto al electrónico. Primero porque
no quiero perder el sugestivo contacto directo con los tenderos y el producto;
segundo, porque sin nuestras tiendas los barrios serían menos prósperos,
diversos y vitales; tercero porque según está montado el comercio electrónico
perdemos derechos todos: empleados, consumidores y servicios públicos; y cuarto
porque las pelis de Béla Lugosi me enseñaron que no debo invitar nunca a entrar
en mi casa a desconocidos por lo que pueda pasar. Y de ahí el nombre de esta
nueva sección.
Mi habitual y pedestre rutina comercial en la que tan seguro me movía fue
trastocada por el Covid-19. Durante esta pesadilla las razonables limitaciones
a la actividad y al desplazamiento han paralizado mis hábitos de consumo,
experiencias y el propio blog. El cambio más significativo es mi necesaria
aproximación al comercio electrónico, una experiencia que no cambia mis
preferencias pero que me ha permitido descubrir o reencontrarme con empresas
que ofrecen a domicilio productos artesanos de primera que por su lejanía o por
carecer de tienda física no me son accesibles de otro modo.
Estrena la sección “Déjame entrar” un viejo conocido del distrito de Chamberí.
La Marina es una confitería abierta en abril de 1933 por Justo Arranz Arranz.
Su local de la calle Alberto Aguilera era un referente de la tradicional
bollería de mantequilla. Su producto estrella el ROSCÓN (así, con mayúsculas)
que servían todo el año. También me chiflaban sus cruasanes, suizos y brioches,
todos con sus masas características y que tanto se diferencia de la monótona
bollería de franquicia en la que todo está hecho con la misma masa
precongelada.
Compré el último roscón en La Marina este enero y me dieron la fatal noticia de
su traslado fuera de Madrid. Creí que aquello no era una buena señal para
empezar 2020 y a fe mía que no me equivoqué. El motivo del cierre de la
tienda de la calle Alberto Aguilera era la jubilación de algunos hermanos y una
oferta por el local. Había asumido que no volvería a probar su roscón hasta que
haciendo limpieza durante la pandemia me reencontré con la tarjeta que me
ofrecieron en mi última visita (chúpate esa Mary Kondo). Quizás había llegado
el momento de comprar de otra forma.
La experiencia no pudo ser más satisfactoria. El roscón llega recién hecho con
el sabor de siempre. El tamaño mínimo es de medio kilo y como todo buen
roscón que se precie aguanta en perfecto estado una semana. Recomiendan
encargarlo al menos con 48 horas de antelación, trabajan sin pedido mínimo y
hacen portes a toda la Comunidad de Madrid. También puedes recogerlo en el
obrador de Villanueva del Pardillo recordando llevar tu mascarilla que
aprovecho para recordar NO se usa para cubrir la barbilla sino la nariz y la
boca, porque visto lo visto parece haber una gran confusión con este asunto. Si
la nueva normalidad es que la calle esté abarrotada de idiotas que creen que
distancia social es el nombre de un nuevo grupo musical creo que pasaré el
resto de la desescalada en casa con mis roscones de La Marina.
El roscón de La Marina
Disponible todo el año
Calle Enebro, 1, portal 5, local 6
28229 Villanueva del Pardillo
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