Un buen amigo mío (que por razones obvias mantendré en el
anonimato) asegura que entre los 8114 municipios de España tiene la mala suerte
de poseer casa familiar en el único al que no le importaría no haber ido jamás.
De hecho, podría crearse una asociación del tipo: “damnificados por veranear en
el pueblo de tus padres”. Mientras una minoría con potra pasaba los veranos en
casa de los abuelos en Luarca, Sóller o Cadaqués la mayoría repetían todos los
años destino en áridos pueblos del interior sin playa, montaña o cualquier otro
accidente geográfico donde guarecerse de la canícula o escapar del hastío.
En nuestra memoria esos niños, extranjeros en su propio pueblo, obligados por
sus padres a salir con los atroces hijos de sus vecinos que solo por estar en
la casa de al lado se tenían que convertir en los mejores amigos del mundo.
Esos niños, hoy padres, preferirían enviar a sus hijos a un campamento de verano en Pionyang antes que a ese mismo pueblo donde ellos sufrieron los
maratones familiares del Gran Prix como la mayor diversión del verano. En este
triste grupo demográfico no se encuentran, en absoluto, los afortunados niños
que pasan sus vacaciones en el municipio de Ibi.
Esta localidad alicantina representa al helado lo que Alboraya a la horchata o
Jijona al turrón. Para cualquier niño sano veranear en un pueblo lleno de
heladeros debe ser como tener barra libre en la Fábrica de chocolate de
Willy Wonka sin los desafortunados efectos secundarios. Pueblo tradicionalmente
emigrante, los heladeros ibenses están repartidos por todo el mundo. Si en
cualquiera de tus viajes encuentras un rótulo comercial que ponga La Ibense puedes estar seguro
que se trata de una heladería.
Uno de estos heladeros de Ibi fue Esteban Moltó que en 1910 llegó por primera
vez cargado con su heladera a Guadalajara. Esteban, que fue el primer
heladero de la ciudad, tenía que desplazarse para conseguir hielo a un pozo de
nieve hasta que en 1927 se abriera la primera fábrica de hielo en la ciudad. La
heladera con el tiempo fue reemplazada por el carrito y el nombre de Los
Valencianos, por el que eran conocidos, sustituido por La Flor de Valencia, en honor a
sus queridas hijas.
Esta dulce historia tiene un trágico punto y aparte cuando Esteban cae en el
frente de Teruel por “fuego amigo” durante la Guerra Civil. Su
viuda se hace cargo del negocio, pero la difícil situación en la ciudad y la
escasez hace que se traslade a Ibi de nuevo al calor de la nueva industria
juguetera que despega con fuerza en la región alicantina, y abandona la venta
de helados en 1945. Después de un primer intento sin suerte en los
ochenta habrá que esperar a julio de 1990 para el regreso de esta familia y de
sus helados a Guadalajara, esta vez bajo el nombre de La Ibense con el que
actualmente es conocida.
Hoy La Ibense
es la única heladería artesana de Guadalajara. Sus helados, elaborados en el
obrador situado en la misma tienda con productos naturales y sin insuflar aire
(todo lo que comes es helado al 100 %) son los favoritos de los guadalajareños,
en especial los de chocolate, que aquí se elabora con el cacao de la marca
belga Valrhona. Su recién remozado establecimiento próximo al parque de la Concordia y a las
piscinas municipales es parada obligatoria para todos aquellos aficionados al
helado.
Pero, por supuesto, si nos ocupamos de esta heladería en esta sección es porque
también elaboran horchata natural. La bebida, que por razones inexplicables que
denotan cierta falta de criterio, cuenta con poca aceptación en la ciudad por
lo que se elabora en pequeñas cantidades, durante el verano y generalmente solo
los fines de semana de primavera, para priorizar la frescura y calidad del
producto. Una excelente opción para soportar la exigente canícula de la capital
alcarreña.
Esperemos la heladería pueda permanecer en la ciudad al menos otras tres
generaciones.
Calle de San Roque, 26
19002 Guadalajara
Localización en mapa de las horchaterías y otros establecimientos que elaboran horchata natural incluidas en la sección ESPECIAL HORCHATA: Me chifla la chufa
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