No soy hombre temeroso de Dios y doy fe que mi profesora de
religión del colegio lo intentó por todos los medios. La recuerdo enfebrecida
leyéndonos en clase las horribles descripciones sobre el infierno de Dante,
Wetti o Tundal. No le faltaba interés, esfuerzo y pasión pero tenía un público
difícil: los niños criados en el Villaverde de entonces éramos poco
impresionables.
Sabedora del poder persuasivo de la imagen un día apareció
con el retroproyector del director para las grandes ocasiones. Sobre el gotelé
blanco de la pared nos mostró escenas del Averno de El Bosco concluyendo que
era el destino deparado al pecador; pero a nuestros ojos ya era una mejora
comparado con el parque de los Pinos de San Cristóbal donde entre otros seres
espeluznantes moraba el “camello” bípedo sin joroba.
Pasaron muchos años hasta que encontré una iconografía
religiosa aterradora. Fue en tierra de buenas viandas, en Santiago de
Compostela y concretamente en la escena del juicio final del Pórtico de la
Gloria.
Cuando contemplé a ese pobre pecador eternamente condenado a tener una
soga en el cuello que le impide comerse una empanada, me recorrió un escalofrío
por la espina dorsal. Sí, ahí estaba el infierno y en verdad era tan aterrador
como había descrito la sita Charo. Desde que tuve esa terrible visión como
todas las empanadas gallegas que puedo, para saciar en esta vida terrena las
carencias que tendré en la otra vida.
En mi último viaje a Cádiz no pude resistirme a saciar mi
apetito, y mi curiosidad, por las empanadas gaditanas de Casa Hidalgo. La
responsable de introducir este producto ahí abajo es una gallega, Maruja Louro,
pionera de la empanada en Cádiz. Si hoy es un producto común en la ciudad es
gracias a ella. Comenzó a elaborarlas en los años sesenta y son el emblema de
la pastelería.
Están elaboradas con masa de pan (a mi entender las mejores)
y son de diversos tamaños y rellenos: carne, bacalao, caballa o pollo. La
empanada de la casa, que no debes dejar de probar, es la individual de bonito
elaborada con tronco de atún, pimiento, tomate y cebolla. Te hará sentir como
si estuvieras en la misma Plaza del Obradoiro con una banda de gaiteros de
música ambiente. Yo si viviera en Cádiz comería las empanadas de Casa Hidalgo
todos los días sin medida no sea que el Maestro Mateo tuviera una visión
acertada del Averno: un lugar de sufrimiento eterno sin empanadas.
Fachada de la gaditana Casa Hidalgo
Ésto sí que es entrar en el Paraíso...
Las empanadas gallegas de Casa Hidalgo
Plaza de la Catedral, 8
11005 Cádiz
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