En estas fechas todas las pastelerías de Madrid ofrecen las
rosquillas de San Isidro. Dulce de irrefutable origen madrileño su consumo se
extiende desde el primero de mayo hasta el final de las fiestas de San Isidro
Labrador. Hay cuatro variedades: tontas (sin cobertura), listas (cobertura de
limón), Santa Clara (cobertura blanca de merengue) y francesas (cobertura de
almendra picada). Además de las pastelerías de toda la vida a esta tradición se
suman franquicias de pastelería, tiendas de alimentación y supermercados para
satisfacer a paladares poco exigentes.
En el escaparate de una conocida franquicia de pastelerías
conocida por sus cruasanes parcialmente hidrogenados y cuyas tiendas en Madrid
proliferan como las sonrisas de los políticos en campaña electoral encontramos
esta versión de las rosquillas de San Isidro. Este fotomontaje de un grupo de
rosquillas sobre castizos cuadros de Vichy sería rechazado hasta por el
diseñador de las portadas de La Razón. Bañadas con colorantes sacados de la
paleta de un pintor de brocha gorda y con aspecto de haber sido horneadas con
una base de plutonio en el reactor de la Central Nuclear de Springfield harían
las delicias del mismísimo Homer Simpson. Si después de ver este cartel aún
tienes ganas de comerlas es que valoras tanto la tradición como tu bolsillo.
"Mosquis, mi creación rosa refulgente para San Isidro..."
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