La pituitaria de muchos zamoranos todavía recuerda el olor a galletas de la céntrica Confitería Reglero en la Avenida de Portugal. Primero con la pastelería familiar y más tarde con la fábrica, inundó Zamora y el resto del país con cajas de mayucas, nevaditos y otras delicias que formaron parte de la merienda de muchos españoles. El aroma de los dulces recién hechos se perdió cuando la marca se desvinculó de la familia fundadora y de la ciudad.
Desde entonces Reglero ha pasado por distintos propietarios y emplazamientos. El día de la publicación de esta reseña la marca se produce en las instalaciones riojanas de Arluy, empresa que pertenece a la multinacional francesa Biscuit International, propiedad del fondo de inversión Platinum Equity de Beverly Hills, etc., etc. Globalización espolvoreada con azúcar glas.
Los zamoranos habían perdido la esperanza de recuperar el sabor artesano de Reglero hasta que en 2013 un hijo de José decidió abrir una confitería en los bajos de la vieja fábrica. Su nombre, “El Esquiador”, es un homenaje al viejo logo de la empresa, que recordaréis en las antiguas cajas y que, si os invade la nostalgia, podéis adquirir en internet en una tienda de segunda mano por sesenta euros, lo que a mí me parece mucha pasta por una caja de cartón sin pastas.
“El Esquiador” ha rescatado las recetas originales de la familia elaboradas artesanalmente con productos de calidad y sin la química presente en la producción industrial. Entre la oferta: pastelería, bollería y galletas. La caja de pastas me devuelve al sabor de aquellos dulces que compraban mis padres cuando atravesábamos en coche Castilla la Vieja y León. Al comerlas me invade el mismo sentimiento que debe tener un biólogo al descubrir un animal que se creía desaparecido en estos tiempos de extinción masiva.
Que nos perdamos en el futuro estas y otras recetas depende del compromiso de los consumidores.
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