Comenzamos la temporada chufera 2019.
Hace un siglo en Madrid no se
frecuentaban terrazas sino aguaduchos. Los aguaduchos eran humildes kioskos
donde los transeúntes refrescaban el gaznate con un buen refrigerio. Uno de
ellos fue el instalado la segunda década del siglo pasado por los crevillentinos
Francisca Segura y Francisco Guilabert. Su primera ubicación estuvo en la calle
Cedaceros esquina Arlabán. Su hija María y su pareja Manuel lo trasladan más
tarde a la plaza de las Cortes donde permanecieron hasta iniciada la Guerra
Civil. Tras la finalización del conflicto vuelve el kiosko a Madrid con un
puesto en la plaza del Carmen. En 1944 se mueven hasta la calle Narváez,
primero en el número 7 y dos años más tarde en su actual ubicación en la acera
de enfrente.
Un siglo después los biznietos de
Francisca y Francisco continúan abriendo cada temporada el que en la actualidad
es el último aguaducho de Madrid. Sirven al día ochenta litros de horchata,
cuarenta de limón granizado y algo menos de agua de cebada que salen del
pequeño obrador familiar que tienen en la zona de Francos Rodríguez. Al frente,
los veteranos Miguel y José Manuel, una foto fija del barrio y cronistas de
todos los cambios sufridos en las últimas décadas, en especial de la paulatina
desaparición en éste del comercio tradicional debido al impacto del fin de las
rentas antiguas, la falta de relevo generacional, la desaparición de la clase
media y los nuevos hábitos de consumo.
Cada año acudo al último kiosko
de horchata madrileño y lo hago por gusto pero también por solidaridad porque
pertenezco al grupo de consumidores convencidos de que los negocios singulares
no se mantienen de halagos, fotografías y “likes” sino de las ventas. El
problema es quien los relevará en el futuro. Los propietarios me dicen que los
jóvenes beben cada vez menos horchata y no porque no les guste sino porque los
refrescos industriales son más baratos. Los de mi quinta, que ya peinamos
canas, debimos ser los últimos en ser alimentados entre olla exprés y puchero
pero me da a mí que el producto freso y artesano no casa bien con una
generación criada a los pechos de los 3x2 a golpe de ratón.
Intentando alejar de mi mente un
futuro distópico sojuzgado por la inteligencia artificial y sin horchata me
permito disfrutar de este pedazo de historia matritense.
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Actualización 29/04/2019
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Actualización 29/04/2019
El kiosko está instalado en Narváez desde el 29 de abril.
Una horchata en Narváez
Historia viva de Madrid
Una estampa del barrio
Calle Narváez, 8
28009 Madrid
Localización en mapa de las horchaterías y otros establecimientos que elaboran horchata natural incluidas en la sección ESPECIAL HORCHATA: Me chifla la chufa
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