Un hongo en las patatas causó en la Irlanda de mediados del
siglo una gran hambruna que dejó al país casi sin población pues los que no
fenecieron víctimas del hambre huían del país como un telespectador ante un
tercer debate de investidura. La Isla Esmeralda quedó tan vacía que bien podría
haberse postulado para una edición de “La isla de los famosos”. Hoy en día la
ciencia no ha erradicado por completo la enfermedad y la plaga se reproduce de
vez en cuando arruinando plantaciones de patatas en todo el mundo. El Capitán
Triglicérido cree haber encontrado en un comercio de Toledo pruebas
irrefutables de una desconcertante nueva mutación que amenaza con cambiar los
usos y costumbres gastronómicas relacionadas con este tubérculo.
Esta mutación hace que la patata en cuestión comience a hincharse hasta que
explota como un cajero de la Kutxa tras una manifestación. No está demostrado
que la patata implosionada sea apta para consumo humano pero parece que algunos
no han esperado al informe de Sanidad para aprovechar el poco atractivo
resultado para sepultarlo bajo una amalgama de productos variados salidos de la
mente del creativo de la Pizzalada y la Burgerpizza tras un exceso de
exposición solar. Una buena noticia para los torpes con el vaciador de patatas
y no tan buena para los amantes de las patatas rellenas.
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